De esta obra se extrae esta reflexión, que muestra bien la manera de pensar y entender que sobre estos aspectos tenía la sociedad medieval europea.
La belleza y el bien son la misma cosa en el sujeto al que cualifican, porque se fundan sobre la misma realidad, esto es, sobre la forma del ser determinado. Y por esto ambos son objeto de alabanza o de aprecio. Sin embargo, difieren por su definición. Porque el bien se refiere formalmente al apetito de lo real: en efecto, es lo que todos apetecen y, por tanto, se sitúa en el orden de los fines, puesto que el deseo o el apetito son, por así decirlo, como una tensión hacia la realidad. La belleza, por el contrario, se define en función de las facultades del conocimiento: en efecto, se dice bello aquello cuya vista deleita. Es por esto por lo que la belleza consiste en la relación conveniente (de la forma a la conciencia), ya que la sensibilidad no disfruta más que de las proporciones convenientes de las cosas que son análogas a su propia armonía. Por otra parte, la sensibilidad es cierto ordenamiento ratio, reflea la forma. La belleza se sitúa en el conocimiento.
Tommaso D´Aquino
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