En su libro de 1957, Mitologías, el filósofo francés Roland Barthes aborda el tema de los mitos en las sociedades contemporáneas, partiendo de la idea tradicional de mito pero llevándolo al campo de la sociedad de consumo del siglo XX. En este sentido, él acepta que las mitologías expresan una visión del hombre y del mundo y significan una organización del cosmos y de la sociedad. Pero la ciencia moderna ha puesto en evidencia el carácter semiológico de nuestras actitudes y creencias. Si bien los mitos tradicionales son relatos legendarios y simbólicos que tratan de las relaciones entre la divinidad y los seres humanos, que desvelan el sentido del mundo y de la vida, hoy se extrapolan al campo de la comunicación y el consumo. Presenta explicaciones fantásticas de hechos reales o fenómenos de la naturaleza, pero en el espacio de las sociedades tecnológicas actuales.
Es así que las mitologías no solo se encuentran en la antigüedad, sino que aún hoy vemos surgir nuevos mitos. La diferencia es que en la actualidad los mitos son fabricaciones discursivas que, surgiendo de realidades existentes, transforman, falsean o distorsionan la verdad y terminan imponiendo esa nueva construcción narrativa como si fuesen los hechos, pero elevados a categorías sorprendentes.
Es a partir de esto que Barthes empieza a desarrollar su análisis de los mitos contemporáneos. Los mitos son formas de comunicación, productos del lenguaje y resultado de las estructuras sociales existentes en momentos y lugares determinados. Las palabras son signos lingüísticos dotados de significante y significado y los mitos también. El significante es la historia como tal en tanto el significado es aquello a lo que se refiere la anécdota.
Dado que el mito tiene que ver con el estudio de un acto de habla, la mitología sólo puede pertenecer a la ciencia de los signos, es decir, a la semiótica. El mito contemporáneo postula una significación y se difunde a través de los medios de comunicación, lo que le da una perspectiva diferente, más amplia y masiva. Veremos cómo Barthes afronta esta realidad en la siguiente publicación.
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