En la publicación de ayer puse una frase del pintor francés Paul Gauguin, que ya había citado en 2018 en un post anterior aquí en el blog. Me gusta mucho esa cita porque como él dice, el color llega al poder interior del ser humano. Desde Johann Wolfgang von Goethe en el siglo XIX hasta Eva Heller en el XXI se ha tratado de explicar el color desde el punto de vista psicológico y de sus efectos en las personas. Ciertamente el color tiene que ver con ondas, partículas y hechos físicos, pero no es menos cierto que el color como tal no existe. Es sólo la interpretación que nuestro cerebro hace de las ondas lumínicas que impactan nuestra retina al rebotar sobre los objetos. Los fotones excitan las células en el fondo del ojo, los conos y los bastones, y esa impresión se transforma en impulsos nerviosos que la mente traduce en colores, matices, tonalidades y cromas. Este proceso mental ha sido estudiado y ha llevado a analizar los efectos que produce el color en los estados de ánimo y en el pensamiento.
El mismo Goethe, en 1810, trató de deducir leyes de armonía del color, incluyendo los aspectos fisiológicos del tema, vale decir, de qué forma nos afectan los colores y el fenómeno subjetivo de la visión. En este campo, analizó por ejemplo los efectos de la impresión cromática y su consecuencia en el concepto de colores complementarios, deduciendo que la complementariedad es una sensación que como tal, no se origina en cuestiones físicas relativas a la incidencia lumínica sobre un objeto, sino por el funcionamiento de nuestro sistema visual. Es conocido el experimento del cuadrado rojo sobre fondo blanco que al quitarse deja, tras varios segundos de concentración, la impresión del color verde sobre ese fondo blanco. Goethe incluso llegó a asignar atributos a cada color, desde el punto de vista psicológico:
Amarillo: Es el color más cercano a la luz. En su pureza más alta, que lleva consigo la naturaleza de brillo, tiene un carácter suave, emocionante sereno. Por otro lado es muy susceptible a la contaminación, produce un efecto muy desagradable y negativo al mancharse.
Azul: Se puede decir que el azul tiene un principio de la oscuridad en él. Este color tiene un efecto peculiar y casi indescriptible en el ojo. En su pureza más alta es, por así decirlo, una negación estimulante. Su aspecto es, pues, una especie de contradicción entre la excitación y reposo.
Rojo: El efecto de este color es tan peculiar como su naturaleza. Se transmite una impresión de gravedad y dignidad, y al mismo tiempo de gracia y atractivo. El primero en su estado oscuro y profundo, en el último en su luz atenuada. Es el color de la pasión.
Violeta: El violeta es el color de la madurez y la experiencia. En un matiz claro expresa profundidad, misticismo, misterio, melancolía, es el color de la intuición y la magia; en su tonalidad púrpura es símbolo de realeza, suntuosidad y dignidad.
Naranja: Mezcla de amarillo y rojo, tiene las cualidades de ambos, aunque en menor grado. Es el color de la energía, un color para temperamentos primarios, que gusta a niños, bárbaros y salvajes porque refuerza sus tendencias naturales al entusiasmo, al ardor, a la euforia.
Verde: Este color es reconfortante, libera al espíritu y equilibra las sensaciones. El ojo experimenta un estado de agrado cuando lo observa. Se sabe que el verde es el color de la esperanza.
También dispone en un triángulo los tres colores primarios y sus mezclas, y propone cinco armonías que definirán cinco personalidades: lúcido, serio, melancólico, poderoso y sereno. Hoy en día sabemos que esta clasificación es parcial, subjetiva y poco precisa, pero significó un enorme avance en la comprensión de nuestra percepción cromática, más allá de la explicación física dada por Newton y por Thomas Young, quien a principios del siglo XIX estableció la teoría de los tres colores primarios, que afirma que la visión del color se debe a la combinación de las señales de tres receptores distintos (los conos de la retina) sensibles al rojo naranja, verde y azul violeta, llamados colores primarios luz. La percepción de cualquier otro color se debe a la combinación de los primarios y sus respectivos secundarios luz, amarillo, azul y rojo (que son los primarios pigmento: amarillo limón, azul cian y rojo magenta). Goethe llevó este conocimiento del campo físico al psicológico y ha servido de base a otros estudios sobre los efectos del color, como veremos en la siguiente publicación.
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