En la publicación de ayer hice una breve descripción de los enfoques que se le han dado a los estudios sobre el cine. Los hay descriptivos, epistemológicos, estructurales y de otros tipos. Uno de ellos, quizás el primero y más directo, es el formalista. Las teorías formalistas sobre el cine se refieren al análisis del film enfocado en los elementos formales de la película más que en los narrativos. La que se llama "tradición formalista" (o a veces "formativa") se caracteriza, básicamente, por la creencia de que los elementos del lenguaje cinematográfico deben situarse por encima de lo que se narra o representa. Para los formalistas, lo importante no es el qué, sino el cómo. Por lo tanto, una de sus ideas centrales es la de que el cineasta crea una realidad mediante su arte distinta a la realidad circundante. La mediación de la cámara cinematográfica supone un cambio en lo real, y ese cambio ha de ser moldeado por el artista, en este caso el director de cine. La corriente formativa cuenta con varios teóricos notables:
El primero es el reconocido cineasta ruso Sergei M. Eisenstein (1898-1948), defensor de la tradición formativa. Reunía en su persona dos vertientes básicas: era teórico del cine y realizador al mismo tiempo. A lo largo de todos sus escritos mostró su preocupación por la relación entre los conceptos de cine y organismo. Según él, el director debía valerse de todos los instrumentos a su disposición (encuadre, iluminación, cromatismo, actores) para componer cada plano de una manera casi musical. Y esos planos deben ser unidos, dotados de vida (como si se tratara de un organismo) mediante el montaje. Precisamente, el montaje fue el gran objetivo de la teoría del cine de Eisenstein. Consideraba que el montaje era la herramienta más cinematográfica que poseía el director, ya que consigue concatenar todas las composiciones individuales (los planos) y conseguir el ritmo cinematográfico.
Otro estudioso importante de esta línea formativa es el germano-estadounidense Hugo Münsterberg (1863-1916), quien viene del campo de la psicología y de la filosofía, y asoció el cine y la experiencia cinematográfica con los procesos mentales. Una de sus principales premisas consistió en afirmar que la verdadera materia prima del cine era la mente humana, pues era el material que la película conseguía moldear.
Muy conocido también es el psicólogo y filósofo alemán Rudolf Arnheim (1904-2007) renombrado miembro del grupo de la Gestalt. Para él el cine es un conjunto de elementos a disposición del realizador para dar forma a su concepción de la realidad. En su libro de 1932, El cine como arte, Arnheim señala que el verdadero cine era el mudo y en blanco y negro, pues lograba trascender sus limitaciones para representar la realidad para convertirlas en sus verdaderos factores expresivos. Él estaba convencido de que cuanto más se alejara la imagen cinematográfica de la imagen que obtenía el hombre con la vista, más se acercaría esa imagen cinematográfica al arte. Para conseguir esa transformación, el director debe valerse de una serie de factores que alejan al cine de ser una imitación perfecta de la realidad; son estos:
*La reducción de un mundo tridimensional a una pantalla bidimensional.
*El problema del tamaño absoluto de la imagen donde los objetos aparecen más grandes o más pequeños según el encuadre.
*La iluminación y la ausencia de color.
*El encuadre de la imagen.
*La ausencia del continuo espacio-tiempo manipulado a su voluntad por el montaje.
*Carencia de los otros sentidos como el olfato, tacto o el gusto.
Arnheim centra su interés sólo en el cine como forma artística y explica que todos los medios tienen usos múltiples, pero solo son artísticos aquellos que consiguen revertir nuestra atención sobre el medio. De esta forma, la poesía, por ejemplo, nos devuelve a las palabras mientras que un folleto explicativo nos centra exclusivamente en su contenido, la pintura nos sensibiliza sobre la línea, el color, las formas y en paralelo, sobre el contenido.
Así pues, el cine también centra nuestra atención en la base de ese medio, que en contra de lo que la corriente realista defendía, no es la realidad misma sino aquellos factores que lo convierten en una ilusión imperfecta de la realidad. Si fuese la realidad misma el cine perdería la posibilidad de que un artista lo manipule para aportar, con ello, un plus que es su visión, su sentimiento, su expresión. Este es, en líneas generales, el enfoque formalista, distinto a los que veremos en las siguientes entradas.
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