En la publicación de ayer nombré a Hugo Münsterberg (1863-1916), un psicólogo germano-estadounidense, discípulo de Wilhelm Wundt y pionero de la Psicología Aplicada (industrial, forense, clínica), cuya postura filosófica sobre la conciencia se alinea claramente con el epifenomenalismo. Münsterberg, quien es sus últimos años de vida escribió sobre el cine, que era un medio de comunicación muy novedoso, desarrolló una Teoría Motora de la Conciencia, la cual sostenía que los procesos mentales, incluyendo la voluntad y la conciencia, no son causas de la conducta, sino sus efectos colaterales, es decir, epifenómenos.
Argumentó que la conciencia no tiene función causal en la conducta. La cadena causal va del estímulo físico a los procesos cerebrales/motores y a la respuesta conductual. Sostuvo entonces que la sensación de voluntad o la creencia de que hemos tomado una decisión consciente es, en realidad, solo la conciencia de los procesos motores que ya se han iniciado en el cerebro. Sentimos la voluntad después de que el proceso físico-motor para la acción se ha puesto en marcha. Llegó a afirmar incluso que para la supervivencia del individuo es "evidentemente irrelevante" que un movimiento propositivo (o la conducta) esté acompañado de contenidos de conciencia o no.
En esencia, para Münsterberg, la conciencia es un acompañante pasivo de los procesos neurofisiológicos y conductuales. Esta visión fue clave en la transición de la psicología hacia enfoques más centrados en la conducta (funcionalismo y, posteriormente, conductismo) en Estados Unidos. Estas ideas llevan después, junto con las de otros pensadores de la época, a un interesante debate en Filosofía de la Mente. Este es el contexto más famoso en relación con los epifenómenos y lo que después se entenderá como fenomenología. El debate se centra en la relación entre la mente (conciencia, pensamientos) y el cerebro (procesos físicos).
Según la teoría epifenomenológica, la conciencia es un epifenómeno de la actividad cerebral compleja. Según esta visión, los procesos electroquímicos en el cerebro (proceso primario) producen la conciencia (epifenómeno) como la locomotora produce vapor. Pero el "vapor" de la conciencia no puede dirigir la "locomotora" del cerebro. Esto lleva a la controvertida conclusión de que nuestros pensamientos y sentimientos conscientes no son realmente la causa de nuestras acciones, sino solo un acompañamiento de ellas. Ahora bien, si la conciencia es un epifenómeno inútil, ¿por qué evolucionó? ¿Por qué parece tener un papel tan central en nuestra toma de decisiones? En las siguientes entradas veremos cómo se plantean discusiones sobre estas dudas filosóficas.

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