En 1973, Jesucristo Superestrella fue adaptado a la gran pantalla bajo la dirección de Norman Jewison, convirtiéndose en la octava cinta más taquillera de ese año a pesar de las críticas de algunos sectores religiosos. La película se rodó en Israel y en otras localizaciones de Oriente Medio, y sus especificaciones se consiguen fácilmente en la Web en varios sitios (ver en https://es.wikipedia.org/wiki/Jesus_Christ_Superstar_(pel%C3%ADcula). Lo que me interesa resaltar no es la polémica que generó el film, sino la estética presente en su propuesta visual.
La historia está ambientada en la Palestina de hace dos mil años, pero se le añaden elementos extemporáneos, como armas, vehículos, tanques, y ciertos ornamentos y ropas. El vestuario luce "setentoso", a pesar de querer imitar prendas de la época de Cristo. Pero es en la música y en los bailes donde el rock se hace notar. Si bien el concepto es la revisión de los Evangelios (y la trama es bastante fiel a la secuencia de los hechos narrados en la Biblia), su presentación es ecléctica, combinando distintas expresiones estéticas, para dar un aire de modernidad a los acontecimientos históricos. La música y la letra llevan el mensaje, aderezado con la óptica de su tiempo, visible en peinados, coreografías y colores.
Es en esta forma de mostrar la acción donde radica su valor. Siendo de directa alusión a los hechos aparecidos en las escrituras evangélicas, muestra claramente la visión del momento de su realización, la década del final del hippismo, la psicodelia y el rock'n'roll. Es la interpretación de los acontecimientos desde la óptica del fin de la modernidad, tal vez de manera naive, pero sin duda sincera. No hay que olvidar que los autores no llegaban a los 30 años cuando compusieron esta obra, por lo que en ella se refleja también, el espíritu de esa época y de esa juventud.
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