En algunas publicaciones anteriores he hecho referencias tangenciales a la llamada brecha digital, pero es realmente un concepto complejo e importante sobre el que es bueno profundizar. La brecha digital es un concepto fundamental cuando hablamos, por ejemplo, de ciudadanía digital. En pocas palabras, se refiere a la desigualdad o disparidad que existe entre diferentes grupos de personas en relación con las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), como el acceso a internet, los dispositivos y las habilidades para usarlos. Inicialmente, la brecha digital se entendía simplemente como tener o no tener acceso a internet. Sin embargo, hoy sabemos que es un fenómeno mucho más complejo y con varias dimensiones.
En primer término tenemos la brecha de acceso (o de infraestructura). Es la más básica y se refiere a la posibilidad de disponer de las TIC. Esto incluye tener acceso a internet (banda ancha, fibra óptica, etc.) y a los dispositivos necesarios (computadoras, laptops, tablets, smartphones). Esta brecha suele estar marcada por factores socioeconómicos, geográficos (zonas rurales vs. urbanas) e incluso generacionales. Por ejemplo, en algunos países, el acceso a una conexión a internet estable y a equipos de buena calidad puede ser un desafío significativo para muchas personas.
Luego tenemos la brecha de uso (o de habilidades). Esta dimensión va más allá del acceso físico y se centra en la falta de competencias o habilidades digitales para utilizar las TIC de manera efectiva. Una persona puede tener un teléfono inteligente, pero no saber cómo realizar gestiones bancarias en línea, adjuntar un archivo a un correo electrónico, o discernir información falsa en redes sociales. Esto afecta a personas de todas las edades, pero especialmente a adultos mayores o aquellos con menor nivel educativo.
Finalmente está la brecha de calidad de uso (o de apropiación). Esto es que, incluso si una persona tiene acceso y sabe usar las herramientas básicas, puede que no sepa sacar el máximo provecho de las TIC para mejorar su vida, su educación o su participación cívica. Por ejemplo, puede usar internet para el ocio, pero no para buscar información de calidad, acceder a servicios de gobierno electrónico, aprender nuevas habilidades o participar en debates democráticos. Esta brecha se relaciona con la capacidad de transformar el acceso en oportunidades reales.
Lamentablemente la brecha digital es un reflejo y un amplificador de otras desigualdades sociales. Superarla no se trata solo de conectar a las personas a internet, sino de equiparlas con las habilidades y conocimientos para que puedan participar plenamente, de forma segura, crítica y productiva en la sociedad digital.
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