Así el público termina siendo participante activo, que acaba siendo parte de la obra. Allí los límites entre el arte y el espectador se vuelven ambiguos. Para este grupo, la tecnología permite detalles complejos y libertad para evolucionar, para fluir, para cambiar. Dice Inoko: “Antes la información artística debía presentarse en alguna forma física. La expresión creativa ha existido a través de medios estáticos durante la mayor parte de la historia, a menudo utilizando objetos físicos como lienzo y pintura. El advenimiento de lo digital permite liberarse de estas limitaciones físicas”. Una cosa interesante es que toman elementos del arte tradicional japonés y lo reinterpretan digitalmente.
Una de las expresiones más notables de sus producciones son los murales interactivos. Formas y colores en pantallas y paredes. Caligrafía espacial, letras en 3D que aparecen cuando se usan gafas de realidad virtual, esculturas de luz controladas digitalmente y que cambian según el público interacciona con ellas, un bosque virtual que va pasando del día a la noche según se camina, espacios siempre creados para transformarse al paso del espectador, para interactuar con él, son algunas de estas manifestaciones. El trabajo de TeamLab se focaliza en manipular los espacios para convertirlos en arte y para conseguir que la experiencia del público sea lo más inmersiva posible. No solo ver la obra, sino meterse en ella, ser capaz de cambiarla, de generar nuevos aspectos. Son mundos desencadenados y conectados de nuevo, como platos sobre una mesa que se convierten en pequeños mundos que saltan de esa vajilla al espacio que hay alrededor. "El mundo está cambiando constantemente de un momento a otro y no hay dos momentos iguales. Lo que está sobre la mesa es observado por la inteligencia artificial", afirma Inoko. Para ellos, los creadores de TeamLab, el ritmo constante del mundo debe ser recogido y mostrado por el arte.
https://www.teamlab.art/
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