En el post de ayer hablé sobre el concepto de "percepto", que tiene un sentido claro en el campo de la semiótica visual. Pero esta noción cobra otra dimensión según la definición que le da el filósofo francés Gilles Deleuze, con la que trata de establecer una diferencia con respecto a las nociones más conocidas de concepto y percepción. A diferencia de estas dos últimas nociones, el percepto sería el resultado de haber alcanzado un grado de excelencia en el producto artístico por el cual éste se volvería perdurable y trascendente al artista e incluso a la totalidad de la obra. Así mismo, esta noción intenta explicitar la capacidad en el producto artístico de contener lo intransferible una vez desaparecido su ejecutor, el artista, una vez que abandona la obra o, en definitiva, cuando ya ha muerto.
Su concepto, a menudo desarrollado en colaboración con Félix Guattari, va más allá de la idea de una simple recepción sensorial pendiente de interpretación. La idea de Deleuze sobre el percepto difiere en varios aspectos. En primer término, tenemos la independencia del sujeto. En la semiótica tradicional, la percepción suele considerarse la entrada sensorial inicial de un sujeto, que posteriormente es procesada y dotada de significado por dicho sujeto dentro de un sistema de signos. El sujeto es fundamental para el acto de percepción e interpretación. Para Deleuze, la percepción no está ligada de la misma manera a un sujeto perceptor. Argumenta que las percepciones son "seres de sensación" que existen "en sí mismas", independientemente de quienes las experimentan. No son meras experiencias subjetivas, sino que poseen una realidad objetiva. Una obra de arte, por ejemplo, es un "compuesto de percepciones y afectos" que existe por sí misma.
Otro aspecto es el que va más allá de la representación. La semiótica suele estudiar cómo los signos representan algo más (un objeto, una idea). Se centra en la relación entre el significante y el significado, mediada por el interpretante. Deleuze, en cambio, se centra menos en la representación y más en el afecto y la sensación. Las percepciones, junto con los afectos (intensidades del sentimiento), se consideran fuerzas o intensidades capturadas y expresadas, especialmente en el arte. No representan necesariamente algo más; son algo en sí mismas, capaces de generar nuevas sensaciones y pensamientos. Esto también tiene que ver con la creación. En el campo de la semiótica, si bien reconoce el papel activo del perceptor en la interpretación, la percepción inicial suele percibirse como algo recibido del mundo exterior. Pero Deleuze enfatiza el acto creativo que implica la formación de percepciones, especialmente en el arte. El artista "arranca la percepción de las percepciones", extrayendo y componiendo activamente sensaciones en una nueva entidad autosuficiente. No se trata solo de recibir pasivamente datos sensoriales, sino de moldearlos y expresarlos activamente.
Para Deleuze se produce también una conexión con lo afectivo. Si bien las emociones pueden formar parte de la interpretación de un signo, para los semióticos la percepción inicial suele considerarse una entrada sensorial más neutral. Deleuze, por su parte, vincula estrechamente las percepciones con los afectos. Son dos caras de la misma moneda en el "bloque de la sensación". Los afectos son las intensidades que acompañan a las percepciones y son inseparables de ellas. Una obra de arte no solo presenta elementos visuales (percepciones), sino que también transmite y genera afectos en el espectador. Esto se liga con la idea de inmanencia, que en el análisis semiótico a menudo implica comprender cómo funcionan los signos dentro de un sistema trascendente de significado, a menudo basándose en códigos y estructuras preexistentes, pero para el filósofo francés la inmanencia, es decir, aquello es que inseparable de su esencia, es fundamental. Las percepciones y los afectos existen en un "plano de inmanencia", un campo de pura potencialidad e intensidad, en lugar de derivar o referirse a un ámbito trascendente de significado.
Vemos entonces que mientras que la semiótica tradicional considera la percepción como una entrada sensorial que luego es interpretada por un sujeto dentro de un sistema de signos, Deleuze la ve como una entidad más autónoma y potente: un "ser de sensación" que existe de forma independiente y se crea activamente (especialmente en el arte), que está intrínsecamente vinculado al afecto y opera en un plano de inmanencia. Su concepto desplaza el enfoque de la representación y la interpretación hacia el poder y la intensidad inherentes de la propia experiencia sensorial.