El concepto de neuroderechos surgió en el ámbito académico como una respuesta a los dilemas éticos de las neurotecnologías. Se refiere a un conjunto de derechos que buscan proteger la autonomía, privacidad y la integridad mental de las personas frente a posibles abusos derivados del acceso a sus datos cerebrales. Así entonces, los neuroderechos son un conjunto de nuevos derechos humanos propuestos para proteger la mente y el cerebro humano frente a los avances de la neurotecnología, buscando salvaguardar aspectos fundamentales como la privacidad mental, la identidad personal y el libre albedrío ante la posibilidad de leer, manipular o alterar la actividad cerebral, la cual genera información delicada (neurodatos). Estos buscan asegurar el control sobre nuestros propios pensamientos y emociones, adelantándose a riesgos como la manipulación, el sesgo algorítmico y la desigualdad en el acceso a mejoras cognitivas.
En principio, se protegen las siguientes áreas:
La privacidad mental. El derecho a que el contenido de la mente no sea descifrado o accedido sin consentimiento.
El libre albedrío o "agencia", que es el derecho a tomar decisiones sin interferencia externa de la neurotecnología.
La identidad personal, esto es, la protección de la integridad psíquica y la personalidad frente a alteraciones tecnológicas.
El acceso equitativo, muy importante para garantizar el acceso justo a neurotecnologías de mejora sensorial y cognitiva.
Y finalmente, la protección contra sesgos. Se propone evitar sesgos en los algoritmos de las neurotecnologías.
Como vemos, estos neuroderechos urgen como respuesta a los rápidos desarrollos en neurotecnología (como interfaces cerebro-computadora, algoritmos de inteligencia artificial que decodifican señales cerebrales, y dispositivos de estimulación neural), que podrían amenazar la integridad mental y la intimidad de los pensamientos.


























