En la publicación de ayer hice referencia a lo que he llamado post-posmodernidad, que es la forma como se nos presenta la cultura y la forma de vida en el mundo de estos días. Hemos pasado la modernidad y la post-modernidad (llamada también posmodernismo), y ahora nos encontramos en una fase que combina muchos elementos de diferentes expresiones sociales y económicas. La tecnología, los cambios financieros y la transformación política de casi todas las naciones, conforman un nuevo panorama cultural universal.
Ya aquí nombré a Zygmunt Bauman, que habla de "modernidad líquida" y "vida líquida" (ver en la etiqueta respectiva acá), y que afirma que los valores de esta sociedad actual son difusos, cambiantes y acomodaticias. De ahí la idea de una vida líquida, a diferencia del mundo sólido, donde las referencias están más delimitadas. Afirma Bauman que la familia ya no es una célula definida, sino que acepta múltiples variantes (dos padres, dos madres, madres o padres solos, o hasta varios), el empleo ya no se ve como un trabajo fijo (se cambia una y otra y otra vez, ya no se hace "carrera"), la verdad es relativa (se habla de posverdad y de fake-news sin que tiemble el pulso), la educación está cimentada en arenas movedizas (los niños son los que tienen siempre la razón), y la economía se ha deshumanizado totalmente.
Yo creo, más aún, que vivimos en una posmodernidad líquida, aceptando de alguna forma los postulados de Bauman, pero no en tono apocalíptico sino de revisión. Ya hemos sobrepasado la modernidad, el modernismo y sus variantes, el post-modernismo o posmodernismo y estamos en el mundo de lo digital. En realidad en el planeta de las comunicaciones digitales, que son las que están transformando la conformación de nuestras sociedades. Los dispositivos electrónicos, que han pasado a ser casi parte de nuestro cuerpo, son también impulsores de esa posmodernidad líquida, donde todo cambia a grandes velocidades. No obstante, ello no es necesariamente malo; el digitalismo tiene muchas cosas positivas. Es cuestión de estar preparados, no sólo desde la ciencia, sino desde la moral, la ética y el amor. ¡Aunque suene cursi!
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