El sociólogo y profesor francés Pierre Bourdieu (1930-2002), ha definido el concepto de "habitus", de una forma diferente a la que lo habían hecho los filósofos desde la Grecia Clásica. Habitus es una noción que puede decirse es originaria del pensamiento de Aristóteles y que se afianzó en la Escolástica medieval. Es, en principio, cualidad adquirida, una disposición permanente, que siendo personal tiene que ver con la forma como nos integramos y nos mostramos. Nace de la idea aristotélica de hexis (“estado adquirido y firmemente establecido del caráter moral que orienta nuestros sentimientos y deseos en una situación y, como tal, nuestra conducta”, según Loïc Wacquant), y adquiere más sentido, en el siglo XIII, con Santo Tomás de Aquino (“capacidad para crecer a través de la actividad”), quien lo traduce como habitus. El término fue usado por varios sociólogos (como Durkheim, Mauss, Weber, Husserl, y otros), pero fue Bourdieu quien trabajó el concepto actual y expandió su significado.
Desarrolló una idea de habitus que pudiera resolver la dicotomía entre objetivismo y subjetivismo, proponiéndolo como un término que media entre individuo y sociedad. Todas las entidades humanas (personas, grupos, sociedades y especie), tienen capacidades (potencialidades) y poderes, y de alguna forma los ejercen. El habitus explica cómo las entidades humanas se adaptan a su realidad, a los sistemas, a las estructuras, a la conflictividad y la complejidad. Presupone un cierto grado de elección de cómo se produce esta adaptación, y es la base de los cambios sociales.
En resumen, son disposiciones para adaptarse a vivir en el medio universal, complejo, ecológico y social que viven los seres humanos y las dinámicas sociales en las que se insertan. Bourdieu afirma que los esquemas de pensamiento, percepción y acción se muestran con en base en una cierta génesis social, lo que determina la adquisición de ciertos hábitos, que luego permanecen anclados a los espacios del campo social o grupos en los que el ser se desenvuelve. El habitus es, entonces, la subjetividad socializada, o sea, es la generación de prácticas que están limitadas por las condiciones sociales que las sostienen, y es la forma en que las estructuras sociales se graban en nuestro cuerpo y nuestra mente, formando las estructuras de nuestra subjetividad.
Una de esas subjetividades socializadoras, es, curiosamente, la estética, a pesar de que Bourdieu no la nombra específicamente. Esto porque la estética surge, no de una apreciación intrínseca, sino de una adaptación cultural, educacional y social. De alguna manera se relaciona con las clases sociales, puesto que la apreciación estética está ligada a los grupos humanos y culturales. Se dice que el habitus de clase vendría siendo la posición del individuo dentro de la estructura de una clase social, donde la persona contribuye a la producción y reproducción de este mismo sistema de relaciones entre las clases. Es puede aplicarse, según este enfoque de Bourdieu, a los patrones y valores de estética. La belleza, aquello que nos es hermoso, está atado a esos elementos socioculturales. Valoramos lo que es afín a nuestro aprendizaje, dentro de nuestro entorno. Claro, si aplicamos un concepto de estética más allá de lo bello, se puede entender que haya una apreciación diferente. Cuando se habla de estilos, de elementos distintivos, de un lenguaje identitario, el habitus deja de ser influyente y se puede trascender de un espacio a una totalidad. Cosa que, dadas las realidades actuales, no es nada fácil: vivimos en un mundo globalizado pero lleno de reductos y parcialidades. Así resulta ser también la estética, lamentablemente.
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