En la publicación de ayer comencé a tratar una propuesta que hace la profesora de filosofía estadounidense, Isabel Creed Hungerland, en un texto de 1968 titulado Una vez más, lo estético y lo no estético, basado en su visión de entender la estética más allá de lo fenomenológico. Ella parte de que hay elementos claramente identificables, como el color, el tamaño, la forma o la textura, que si bien forman parte de la obra estética, no son factores sustantivos, pues lo que trasciende es aquello que hace al arte un hecho único.
No obstante, reconoce que tampoco hay objetividad en los elementos perceptivos. Un ejemplo es el caso de los matices de colores, donde los calificativos dificultan una unidad de identificación, más aún cuando intervienen calificativos: un color puede ser delicado o chillón dependiendo de la sensibilidad del perceptor.
"Una habitación que a alguien le parece alegre a mi puede resultarme deprimente, aunque podamos estar de acuerdo en los colores, las formas, etc., de los muebles. Siempre podemos estar de acuerdo, en principio, con la descripción identificadora de una prenda de ropa hecha por la tienda, pero no en si es elegante o cursi"
La autora habla entonces de atribuciones para identificar los elementos perceptivos y llama "estéticas" a aquellas que requieren, además de la percepción, un tipo especial de sensibilidad y preparación. Por lo tanto, decir "es redondo y rojo" es distinto a "Alegre y chillón". produce una diferencia de apreciaciones que responden a lo no estético y a lo estético.
Más aún, señala que el contraste entre ser realmente y sólo parecer se aplica a las atribuciones estéticas en sentido metafórico. Esto porque dentro de cada espectro cultural hay formas educadas de mirar los objetos, gustos y antipatías comunes, y hay acuerdos en las atribuciones estéticas propias de casa sociedad, más allá de la forma objetiva. Es por esto que las atribuciones no estéticas son absolutas y las estéticas, relativas.
Estas ideas no están reñidas con las distintas definiciones de estética, sino que le dan una visión clasificatoria diferente. De hecho, Isabel Creed Hungerland lleva más allá sus propuestas, hablando de ecuaciones de reconocimiento que ella trabaja con formulaciones lógicas y códigos de identificación complejos, que tratan de separar las distintas apreciaciones de la obra y su estética. En la próxima publicación veremos cómo ella concluye sus planteamientos.
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