En este caso, más que la polémica sobre la fe y la ciencia, es notable la manera cómo Asimov refuta, usando los mismos argumentos científicos que justifican la existencia de un Dios, su necesidad, su inefabilidad. Lo interesante es que, como hombre de método, es metódico en sus planteamientos y resulta totalmente convincente. Solo queda la fe. Como sea, en un momento de su vida dijo esto:
"Yo soy ateo, sí. Me tomé un largo tiempo para decir eso. He sido ateo por años y años, pero de algún modo sentí que era intelectualmente inaceptable que alguien dijera que es ateo, porque eso asumía un conocimiento que nadie tiene. De algún modo era mejor decir que alguien era un humanista o agnóstico. No tengo la evidencia para probar que dios no existe, pero sospecho tanto que él no existe que no quiero perder mi tiempo".No obstante fue un defensor de la vida y su inevitabilidad, pero esta como consecuencia de las leyes naturales y de las condiciones del universo, que, según él, en nada necesitan de un Dios creador. Admite, también con la misma lógica, que ningún argumento niega a Dios. Lo que dice es que no hay nada que demuestre que sea necesario su existencia para la creación de nuestro universo. Por eso su texto termina así: "En consecuencia, si me preguntan si creo en Dios, supongo que debo contestar que apenas se me presente una prueba incontrovertible de la existencia de Dios, la habré de aceptar".
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