El médico neurólogo, austríaco, Sigmund Freud (1856-1939), conocido como padre del psicoanálisis, trató en sus muchos libros sobre distintos temas relacionados con la mente, la personalidad, los sueños, el inconsciente, la sexualidad, la enajenación, la conducta y la psiquis. Al abarcar tantos temas usuales y humanos, se vio abordando también temas paralelos, como el de la imaginación, la estética y la belleza.
Cuando trata el problema de la fantasía y la imaginación, en especial en Introducción al psicoanálisis (1917) y en El malestar en la cultura (1930), también hace alusión a lo bello y lo estético, desde el punto de vista de las cultura en relación con el individuo. Al referirse al asunto de las pulsiones, los instintos, y a la forma cómo la cultura les reprime, dice que el arte es justamente una forma de "retorno" a lo reprimido, pues muestra aquello que la fantasía libera, bien sea a nivel individual o social. Se puede decir, como dedujo Theodor Adorno, que la imaginación artística da forma a la "memoria inconsciente" de esas pulsiones o instintos que no han podido liberarse de la constricción que la civilización impone.
El ser humano se percata de las verdades que la imaginación revela cuando la fantasía toma forma, cuando crea un mundo de percepción y comprensión, un universo subjetivo y al mismo tiempo objetivo, que se manifiesta en las artes. El análisis de la función cognoscitiva de la fantasía conduce a la apreciación de la belleza en todas sus expresiones, que se analiza en la "ciencia de lo bello" que es la estética. En consecuencia, afirma Adorno, según Freud detrás de la forma estética yace la armonía reprimida de la sensualidad y la razón, que a la vez es una manera de protestar contra la organización de la vida por la lógica de la dominación. Toda una propuesta compleja, relacionada sin duda con las ideas de alienación y represión, características del psicoanálisis freudiano.
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