En la publicación anterior hablé de comunicación alternante o alterna, que consiste en algunas formas de expresión y comunicación que no dependen de la oralidad, empleada por aquellos que tienen dificultades en el campo verbal. Este es un concepto más bien ligado a ciertas discapacidades o condiciones, que se aplica a los casos en los que se requiere de otras "alternativas" para que el mensaje se produzca y llegue al perceptor.
Pero en el campo de las teorías de la comunicación existe una definición distinta para lo que se conoce como "comunicación alternativa". Este es un concepto crítico, aplicado fundamentalmente a las mediaciones y a los hechos socioculturales ligados a los procesos comunicacionales. La idea de una comunicación alternativa surge fundamentalmente en Latinoamérica, aunque sobre la base de los pensadores críticos europeos. El primer gran impulsor de esta propuesta es el sociólogo belga Armand Mattelart, quien durante muchos años vivió en Chile, donde desarrolló la idea de un sistema de comunicación que fuese capaz de contrarrestar el peso que sobre las clases sociales dominadas ejercían los grandes medios de comunicación social.
La alternativa es la creación de otras formas mediáticas (comunitarias, independientes, culturales) que ofrecieran a los públicos contenidos capaces de servir como canales de denuncias, espacios de reflexión y con elementos que reflejasen los intereses propios de cada grupo social y no aquellos de las clases dominantes. Esta comunicación alternativa se plantea como una nueva opción en la que el control de los medios esté en manos de los mismos usuarios y rompa los modelos de alienación y transculturización que imponen los medios masivos tradicionales.
Estas ideas se desarrollaron intensamente entre las décadas de 1970 y 1980, con varios pensadores latinoamericanos proponiendo alternativas a la creciente industria cultural que propalaba una cultura de masas alienante. Así se destacan Antonio Pasquali, Oswaldo Capriles, Néstor García-Canclini, Jesús Martín Barbero, Marcelino Bisbal, Ariel Dorfman, Guillermo Orozco, Jesús María Aguirre, Luis Ramiro Beltrán y otros más, que si bien no seguían todos el mismo lineamiento, propugnaban por una comunicación alternativa como elemento determinante en la conservación de la identidad cultural en América Latina.
La comunicación alternativa para el desarrollo democrático es entonces la noción de que, al expandir y equilibrar el acceso y la participación de la gente en el proceso de comunicación, tanto a niveles de medios masivos como a los interpersonales de base, se pueden lograr, además de beneficios materiales, la justicia, el equilibrio y la participación. Es interesante ver que hubo entre esas décadas varios intentos de creación de medios comunitarios, algunos con relativo éxito, pero que los mismos cambios tecnológicos disolvieron, porque se transformaron las realidades mediáticas en todo el mundo.
Así, la aparición de las TICs (Tecnologías de la información y la comunicación), la internet, la Web, la digitalización y las redes sociales han modificado las formas mediáticas, lo que ha obligado a pensar de otra manera sobre las influencias y afectaciones que se presentan en las culturas, sociedades y su comunicación. La idea de una comunicación alternativa, muy importante en su momento (hace unos 40 años), debe ser vista como un ejemplo de una visión diferente necesaria para impulsar cambios en nuestro mundo, tan afectado social y culturalmente.
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