La inteligencia aumentada no debe confundirse con la inteligencia artificial, a pesar de que puedan expresarse igual como IA. La inteligencia aumentada se ha establecido como forma de, justamente, aumentar las capacidades e inteligencia del ser humano pero nunca para sustituirlas, como tampoco lo hace la inteligencia artificial. De esta forma el término de inteligencia aumentada surge con el objetivo de desmitificar los presuntos peligros que esta tecnología trae consigo para la sociedad. El argumento clave de dicho concepto se basa en que toda tecnología es creada por los humanos y aunque esta funcione de forma autónoma, es amoral, es decir, obedece al código de programación creado por el hombre.
La IA tiene el potencial de transformar la forma en que vivimos y trabajamos. Puede ayudarnos a ser más eficientes, productivos y creativos. Sin embargo, también es importante ser conscientes de los posibles riesgos de la IA, como el sesgo y la pérdida de puestos de trabajo. Esto es siempre una consecuencia de toda transformación tecnológica. La inteligencia aumentada se diferencia de la inteligencia artificial en que no se centra en reemplazar la inteligencia humana, sino en mejorarla. Se basa en la idea de que los humanos y las máquinas pueden trabajar juntos de manera más efectiva que si lo hicieran por separado.
Las aplicaciones de esta conjunción entre lo humano y lo cibernético son cada día mayores; algunos ejemplos de IA en la actualidad son los asistentes virtuales, programas como Siri, Alexa y Google Assistant, que utilizan la IA para comprender y responder a las consultas de los usuarios. También existen sistemas de recomendación, como los que se utilizan en Netflix y Amazon, que utilizan la IA para sugerir productos o servicios que pueden ser de interés para los usuarios.
La realidad aumentada aplica la IA para superponer información digital en el mundo real. Esto puede usarse para ayudar a las personas a aprender, trabajar y jugar. También tenemos la llamada visión artificial, que utiliza la IA para procesar imágenes y video. Esto se puede utilizar para aplicaciones como el reconocimiento facial, la detección de objetos y la conducción autónoma.
Otro ejemplo notable lo tenemos en los vehículos autónomos. Los automóviles autónomos emplean la inteligencia aumentada para navegar por la carretera y evitar obstáculos. Además van aprendiendo con el uso. La evolución de aplicaciones de inteligencia artificial está siendo exponencial y esto ha hecho que la demanda de perfiles con habilidades para trabajar con IA también haya crecido exponencialmente. Es posible que el 50% de los trabajos de 2030 aún no existan, pero sin duda, requerirán el conocimiento y uso de estas tecnologías, por ello, cuanto antes nos aliemos a ellas mejor preparados estaremos para los retos que nos vienen.
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