Hay una arquitectura con una estética modernista, muy identificada con el Art Nouveau, con Gaudí, Behrens, Mackintosh, Horta, Van De Velde, Guimard, Hoffmann e inclusive el primer Frank Lloyd Wright como representantes, que presenta nuevas formas de concebir el espacio y sobre todo las superficies y su ornamentación. Ese estilo va a abarcar diversas manifestaciones artíticas, desde la pintura hasta la escultura, pasando por la orfebrería y las artes gráficas.
Así tenemos a los neo-impresionistas y a los decorativistas, en Alemania el Jugendstil y en Holanda el Nieuwe Kunst, a Peter Fabergé en la joyería, Alphonse Mucha en la pintura, a Henri Toulouse-Lautrec en las artes gráficas, Emile Fernand-Dubois en escultura y a Louis Tiffany en orfebrería. Todo este movimiento tiene su punto álgido en la paso del siglo XIX al XX, y se va a apagar con la Gran Guerra del 14 al 18. No obstante su brevedad, fue muy intenso en creatividad e identidad.
Todas estas expresiones hacen referencia a la intención de crear un arte nuevo, joven, libre y moderno, que represente una ruptura con los estilos dominantes en la época, tanto los de tradición academicista e historicista como los rechazados (realismo e impresionismo). En esta estética nueva se trató de crear un estilo en el que predomine la inspiración en la naturaleza y a la vez incorporar novedades derivadas de la revolución industrial, como el hierro y el cristal, superando la expresiones estáticas del siglo XIX. Se estableció entonces una forma visual y mental claramente perceptible que aún hoy es totalmente identificable.
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