Uno de los más famosos dualismos planteados por el lingüista y semiólogo suizo, Ferdinand de Saussure (1859-1913), es el que contrapone la lengua y el habla. Aquí hay que comenzar aclarando algo: esta dualidad, que ya aparece en su libro de 1916, Curso de Lingüística General -que fue compilado y publicado por sus colegas y alumnos-, es fundamental en sus planteamientos, pero no debe ser vista como una confrontación entre ambos elementos, sino como una complementación. También se ha sacado una conclusión errada, que es que Saussure dio preeminencia a la lengua sobre el habla, cosa que se desmintió al revisar posteriormente sus manuscritos y otras fuentes. Sin embargo, no hay duda de que esta dupla ha sido estudiada desde distintas perspectivas durante los últimos cien años, con abierto interés.
Saussure hace la división entre lengua y habla, aplicada específicamente al lenguaje verbal, siendo este oral y escrito. El lenguaje sirve para expresar sentimientos y pensamientos a través de los signos, y es una capacidad humana universal. Es decir, todos los seres humanos tienen la capacidad del lenguaje para expresar sus pensamientos y sentimientos. En este punto plantea la dicotomía en la que muestra que el lenguaje es más que la conjunción de la lengua y el habla, la primera de ellas con un componente social y la segunda individual.
La lengua es un sistema abstracto y cultural. Este, independientemente de la voluntad de los hablantes, está compuesto por signos y normas. Es decir, a pesar de que los hablantes no quieran, todo lenguaje es un sistema creado culturalmente y abstracto con unos signos propios. Así, la lengua sirve para expresar ideas a sus hablantes usando sus estructuras mentales. Por lo tanto, atendiendo a sus teorías podemos extraer una serie de características de la lengua: es social, ya que esta es una representación compartida y común por una comunidad hablante; es psíquica, debido a que se trata de un conocimiento que se encuentra dentro de los hablantes, en sus estructuras mentales, y se trata de un conocimiento concreto y no abstracto; es, de alguna manera, pasiva, ya que la información que ya tiene el hablante es transformada mediante procesos mentales involuntarios; y por último, la lengua es un sistema de signos en el que tan solo será necesaria la unión de un concepto con su imagen acústica de manera que se podría decir que la lengua es homogénea.
Por otro lado, el habla es la herramienta que permite comunicarse con los demás, es la realización de la lengua. Esta siempre cuenta con una intención y es de carácter individual. Se dice esto porque para Saussure, el habla hace partícipes de ella a los entes individuales de cada hablante. Así, el habla es psicofísica, porque debe existir una codificación dentro del cerebro para transformar las ideas en articulación de palabras en las que intervienen los órganos del habla; es activa, ya que es el hablante quien decide cuando quiere expresar o transmitir una idea. Debido a esto, y a su carácter psicofísico, y que es variable, Saussure indica que es heterogénea. El habla entonces es la puesta en práctica de la lengua, y la lengua es la regularización del habla.
Durante muchos años se entendió como que Saussure privilegiaba la lengua (gramática, lingüística) por sobre el habla, por lo que se entendía que lo social e individual se subordinaba a lo normativo, pero con las nuevas lecturas que se han hecho de sus manuscritos, se ha comprobado que no es así, y que siempre ponderó por igual ambos factores, como una suma activa en un solo componente: el lenguaje.
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