El tercer aspecto que se toma en cuenta para establecer una relación entre el usuario y la interfaz audiovisual es, naturalmente, el contenido que esta nos transmite. Kevin Roberts afirma que la pantalla bombea contenido: "A la gente le interesan las pantallas porque abren la puerta a una mayor cantidad de historias, imágenes, información y emoción". Sin duda los contenidos son claves en nuestra relación contemporánea con los espacios de comunicación.
No obstante, no es aquí pertinente la discusión sobre la calidad, ideología o relevancia del contenido del mensaje per se, sino entender lo que esta capacidad de acceso significa. Esto es lo que implica la idea de "bombear contenido": el enorme volumen de información que hoy nos abruma. Según ciertos estudios estadísticos actuales, en el año se produce tanta información que supera la cantidad de palabras pronunciadas por toda la humanidad en ese mismo año. Hay más datos que palabras.
Esta estadística puede tener múltiples interpretaciones (políticas, sociológicas, ideológicas, económicas), pero para los efectos de la afectación sensorial las consecuencias son otras. Las pantallas transforman esos unos y ceros, esos terabytes en sonidos, imágenes, sensaciones que emocionan, asombran, deleitan, informan, impactan y modelan formas de vida, para bien o para mal.
Se ha multiplicado el volumen de interfaces de pantalla existentes porque a su vez se ha multiplicado su demanda su uso y su necesidad. Cada vez más los artículos electrónicos incorporan esta tecnología de interacción multimedia, que es capaz de bombardearnos con más contenido del que somos capaces de procesar, pero sabemos que está allí disponible, y eso los hace atractivos... por no decir adictivos.
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