Una comparación de representación de lo real de una forma diferente es, por ejemplo, el teatro. En una representación hay una trama, unos sucesos, un mensaje, pero siempre está la certeza de lo no real, de lo actuado, de lo reconstruido. No es así en el cine o en la TV, por ejemplo, donde los contenidos semejan una existencia sensorial diferente.
Dice Roberts: Películas, programas de televisión, juegos, todos fluyen directamente hacia la parte derecha del cerebro; emoción, intuición, creatividad. la pantalla convierte en realidad muchas experiencias que no podríamos haber vivido nunca en persona -incluso aquellas más allá de las capacidades humanas- y más aún las presenta en múltiples ángulos, cámaras lentas, contrapicados, todos enlazados con sonidos y movimientos coreografiados.
El poder de la imagen en la pantalla es tan fuerte que convierte un recuerdo personal en algo colectivo: hoy es una memoria de la humanidad el primer paso de Neil Armstrong en la Luna, que en esencia es una vivencia de él. Todo estuvimos allí, bien sea en vivo, bien sea en su reproducción durante los siguientes años hasta ahora. Las cosas que vemos en las pantallas acaban formando parte de nuestra propia historia, de nuestras propias emociones, de nuestra propia realidad.
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