miércoles, 25 de noviembre de 2015

Pantalla y realidad

El primero de los puntos sobre los que Kevin Roberts reflexiona en su texto SISOMO de 2005 sobre las pantallas y la realidad, es justamente el de la capacidad que tiene la primera para relacionarse con la segunda: la pantalla parece real. Esto, que parece de perogrullo, en realidad tiene que ver con la forma cómo las actuales interfaces en forma de pantalla nos traen la realidad: como si fuera real.

Una comparación de representación de lo real de una forma diferente es, por ejemplo, el teatro. En una representación hay una trama, unos sucesos, un mensaje, pero siempre está la certeza de lo no real, de lo actuado, de lo reconstruido. No es así en el cine o en la TV, por ejemplo, donde los contenidos semejan una existencia sensorial diferente.

Dice Roberts: Películas, programas de televisión, juegos, todos fluyen directamente hacia la parte derecha del cerebro; emoción, intuición, creatividad. la pantalla convierte en realidad muchas experiencias que no podríamos haber vivido nunca en persona -incluso aquellas más allá de las capacidades humanas- y más aún las presenta en múltiples ángulos, cámaras lentas, contrapicados, todos enlazados con sonidos y movimientos coreografiados.

El poder de la imagen en la pantalla es tan fuerte que convierte un recuerdo personal en algo colectivo: hoy es una memoria de la humanidad el primer paso de Neil Armstrong en la Luna, que en esencia es una vivencia de él. Todo estuvimos allí, bien sea en vivo, bien sea en su reproducción durante los siguientes años hasta ahora. Las cosas que vemos en las pantallas acaban formando parte de nuestra propia historia, de nuestras propias emociones, de nuestra propia realidad.



 

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