El concepto de Looking-Glass Self, ("sí mismo espejo" o "sí mismo especular"), fue acuñado por el ingeniero y sociólogo estadounidense Charles Horton Cooley (1864-1929), como parte de su aproximación a la idea de identidad e interacción social que se forma en cada individuo dentro del tejido de relaciones sociales, y donde la comunicación es clave para la construcción de la personalidad socializada.
Esta idea está ligada a la de autoestima y describe el desarrollo de uno mismo y de la propia identidad a través de las interacciones interpersonales en el contexto de la sociedad. Cooley aclaró que la sociedad es un entretejido de yoes mentales. El término "sí mismo especular" fue explicado por primera vez en su obra, Human Nature and the Social Order en 1902. Es interesante porque es uno de los primeros teóricos que construye un pensamiento social alrededor de la comunicación, aún sin estar definida ésta de la manera como se haría varias décadas después.
Para Cooley, la base de la organización social radica en la comunicación directa interpersonal. Es en el face to face ("cara a cara") donde se fraguan los grupos primarios, la supraindividualidad que genera naturaleza social. La familia, el barrio, el equipo deportivo, los grupos, marcan el espacio donde se fragua la dimensión social del yo, los éxitos y los fracasos, las ambiciones y los anhelos. Cooley afirmó que "The mind is mental", un juego de palabras ("la mente es mental") para decir que "la mente humana es social". Desde el momento en que nacen, los humanos se definen dentro del contexto de sus interacciones sociales. El niño aprende que el símbolo de su llanto provocará una respuesta de sus cuidadores, no sólo cuando necesiten cosas tales como alimentos o un cambio de pañal, sino que también es un símbolo que indica a los cuidadores que el niño necesita atención. Así, una creciente solidaridad entre la madre y el niño es paralela a la creciente competencia del niño en el uso de símbolos significativos. Este desarrollo simultáneo es en sí mismo un requisito previo necesario para la capacidad del niño para adoptar las perspectivas de otros participantes en las relaciones sociales Y, por lo tanto, para la capacidad del niño para desarrollar un ser social. De aquí nace la construcción simbólica comunicacional, que veremos en la próxima publicación.
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