En su texto de 2014, La interpretación estética como experiencia del arte, la profesora mexicana Mónica Uribe Flores aborda, en tres capítulos, un tema complejo e interesante como lo es entender la experiencia artística desde una interpretación estética, desde sus problemas filosóficos, tomando como referencia las ideas de Hans-Georg Gadamer. Así ella analiza en el libro dos puntos de vista respecto al modo como experimentamos las obras de arte: por un lado, la perspectiva que pone el énfasis en los aspectos estéticos, tales como el placer, la emoción y la percepción; por el otro, la postura que subraya la relevancia de la interpretación del arte.
La concepción estética de la experiencia del arte se enfoca en la relación que entablamos con la obra artística y que es fundamentalmente de naturaleza sensible y no teórica. Cuando estamos como espectadores ante una pieza de arte lo relevante son las emociones o los sentimientos que suscita en cada uno. La postura interpretativa, por otro lado, resalta el contenido conceptual de la experiencia del arte, lo cual implica que las obras de arte conllevan un significado cognitivo del cual nos quieren hacer partícipes. Es decir, en tanto una de las visiones de la estética es sensorial y emocional, la otra es intelectual y conceptual. Mónica Uribe sugiere entonces que el problema de la interpretación en general, el cual incluye la comprensión del arte, se articula en cambio bajo tres presupuestos.
En primer lugar afirma que una obra es un hecho significativo, dado que puede entenderse como un entramado de sentido (aquí puede hablarse de un campo semiótico). Esto explica que algunas interpretaciones se centren en los aspectos formales de la obra (estructura, recursos, relaciones), mientras que otras se enfocan en los elementos simbólicos (significados, contexto, convenciones).
En segundo lugar, a diferencia de la relación estética, el sentido de una obra no es algo que se revele de manera inmediata. Para comprender lo que la obra nos quiere decir, es necesario un trabajo de interpretación. Esto no implica que sólo los críticos del arte estén en condiciones de desentrañar el significado de las obras, sino que cualquiera que se interese en buscar un elemento de contenido puede llegar a su interpretación personal. Así la interpretación estética desborda la exégesis especializada de los críticos del arte.
En tercer lugar, el sentido de una obra no se agota en una sola interpretación, sino que admite múltiples lecturas. Aquí entra el componente sensitivo. La obra de arte tiene, precisamente, la particularidad de ser una unidad significativa que se encuentra abierta a múltiples interpretaciones, según la percibamos y entendamos. En este caso no es necesario eliminar los prejuicios individuales, sino ponerlos en relación con aquello que queremos comprender.
En consecuencia, la autora propone una posición conciliatoria de estas visiones para lograr una experiencia que incorpore tanto aspectos estéticos como conceptuales. A esta propuesta la denomina "la interpretación estética" y la define de la siguiente manera: "La interpretación estética es una forma de comprensión de sentido que se articula conceptualmente y que parte del reconocimiento estético". Por lo tanto esa "interpretación estética", en la medida en que busca atrapar el sentido de la obra, parte de los supuestos que se nombraron: uno, que una obra comporta un contenido significativo, dos, que éste no se ofrece de manera inmediata y tres, que el sentido de una obra puede ser interpretado de múltiples formas. Así se combina percepción, imaginación, razón y finalmente, conocimiento.
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