En su Tractatus logico-philosophicus (de 1921), entre las muchas cosas que aborda el filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein (1889-1951), está la del concepto de proposición y su relación con los signos. Para él, una proposición se define como aquél hecho que aspira a dar una descripción verdadera de la realidad. Son modelos de la realidad, de ahí que el rasgo principal de las proposiciones y del lenguaje sea el aspecto descriptivo, y por lo tanto su pretensión de verdad: “La proposición es una función de verdad de la proposición elemental. (La proposición elemental es una función de verdad de sí misma)". El conjunto de proposiciones verdaderas (el lenguaje) representa el mundo. Las proposiciones complejas representan los hechos complejos y las atómicas o elementales los hechos atómicos o estados de cosas. Esta relación con el lenguaje implica una relación con los símbolos y, en particular, con el signo.
En el libro, en su aforismo 4.5, señala: "Parece posible ahora dar forma más general de la proposición, esto es: dar una descripción de las proposiciones de un lenguaje de signos cualquiera, de tal manera que todo posible sentido pueda expresarse mediante un símbolo que case con la descripción, y que todo símbolo que case con la descripción pueda expresar un sentido, siempre que los significados de los nombres se escojan de la manera adecuada". Así, las proposiciones elementales constan de nombres y de relaciones, gracias a los cuales pueden referirse a objetos y expresar propiedades o relaciones respectivamente.
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