El concepto de estética surgido en el siglo XVIII, se basa en el conocimiento sensible, compuesto de causas externas y proyección interna, que apela a un ejercicio de apreciación racional de lo bello. Aquí se trataba de entender una "presentación" de lo sensible. Pero según el criterio de Menke, esa idea debe transformarse en una "presentación" de lo comprensible, Es por esto que la estética (aquello que nos afecta emocionalmente, pero además nos habla de un estilo y unas cualidades perceptivas), de verse como un fenómeno reflexivo. Más allá de los criterios de belleza, lo que priva es la subjetividad.
La determinación del concepto reflexivo de una obra de arte, es que se la entienda como modos de presentación que no sólo presenta algo, sino que también hace resaltar la actividad o el acto creador. Es decir, que hay dos niveles en la presentación, el perceptivo y el que implica su proceso. Se puede hablar del "producto" y su "producente". Explica Menke:
"Esto puede entenderse de la siguiente manera: las presentaciones son o aparecen como 'productos' en tanto son portadores o medios de un significado reconocible e identificable. Las presentaciones son o aparecen como 'producente' en tanto concretizan o bien producen significados mediante la constelación de materiales perceptibles de manera sensible".
Como consecuencia, la estética tiene que ver, más allá de la apreciación sensible de lo bello, y de la cualificación por los elementos estilísticos y sensoriales, con la reflexión que se hace sobre lo que se nos presenta. Es la relación entre la presentación como hecho comunicativo y la constitución generadora de significado de sus materiales. En esta relación consiste la obra de arte.
René Magritte |
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