En 2012, el escritor francés y crítico de cine, Raymond Bellour, nacido en 1939, publicó La querella de los dispositivos, un libro en el analiza el impacto de los nuevos dispositivos mediáticos y de comunicación en el cine y otras forma de arte audiovisual. En forma de diálogo, a lo largo del texto reflexiona sobre el estado del dispositivo cinematográfico en la contemporaneidad y su relación con el arte en la actualidad.
Bellour va describiendo la transformación irremediable que se ha originando por los diferentes dispositivos tecnológicos que se han venido desarrollando, ya no sólo el ordenador, las tabletas digitales, los teléfonos inteligentes o la televisión digital, sino también por parte de otros dispositivos más institucionales que se convierten también en lugares de proyección: una galería, un museo o un centro de arte contemporáneo. Estas formas o "dispositivos físicos" transforman el lugar de recepción, o de proyección en una experiencia distinta a la tradicional pasiva de los medios clásicos. Es decir, el panorama ahora es muy complejo para todos los soportes mediáticos.
Aquí Bellour considera que este el cine de sala no ha desparecido, pero el hecho de que haya una recepción del film en otros dispositivos, genera cierta variación sensorial de la percepción de las imágenes fílmicas. Además, los dispositivos móviles presentan una diferencia fundamental entre el espectador y el "visitante- espectador", el cual frente a estas películas de apenas un minuto que se ven en las redes sociales, tiene una impresión de realidad que se inscribe en un tiempo efímero, según la memoria y el olvido y todas sus posibilidades,
El espectador de cine reclama el silencio, el aislamiento y la obscuridad, él es parte del espectáculo. A pesar de todos los cambios y los casi ya innumerables dispositivos de reproducción, lo que realmente diferencia el cinematógrafo del resto de los dispositivos es que acogen la imagen en movimiento basado en la proyección y no en la presentación. Esto también produce una contraposición entre lo que convencionalmente conocemos como cine en su versión masiva, y ese "otro cine", individual y bajo el control del espectador.
A lo largo del libro Bellour deja en claro que cada dispositivo (re)inventa su cine. Como corolario, es preciso afirmar que ese dispositivo que reinventa un cine reconfigurado, también renueva y modula su propio espectador cinematográfico. Es una observación interesante porque no es pesimista sino realista: ¿bajo qué condiciones, a partir de qué regímenes puede ser posible el cine? Pues bien, entendiendo cada dispositivo, podemos hablar de distintas formas de cine y maneras de arte cinematográfico, que pasa por el video y la grabación digital hasta el clásico que ya tiene más de ciento veinte años de inventado.
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