Como ya he mencionado en publicaciones anteriores, la holografía es un elemento técnico comunicacional muy valioso en esta sociedad digital, aunque aún no se ha difundido masivamente por ciertas limitaciones tanto tecnológicas y económicas. No obstante, sigue siendo un factor que se liga al arte digital y a la comunicación contemporánea, por lo que es interesante conocer su origen y su funcionamiento.
En esencia, la holografía, como la fotografía, es una técnica que produce una imagen en una película, en principio. Pero el método utilizado para la grabación es completamente distinto. Una fotografía crea una imagen bidimensional del objeto y la imagen que vemos grabada en el papel o en el negativo se corresponde con un único punto de vista inamovible. En cambio en un holograma queda registrada toda la información visual procedente del objeto, su entorno y el espacio en que está. Esto quiere decir que es tridimensional, o mejor dicho, multidimensional. Al moverse delante de un holograma se van viendo ángulos diferentes de ese espacio y de ese objeto.
Sin embargo, también se conciben hologramas que se proyectan, y cuyo soporte físico no es plano. Ahora bien, la fotografía y la holografía producen la imagen de forma completamente diferente, y no resulta posible describir en los mismos términos el modo en que se forman los dos tipos de imágenes, la fotográfica y la holográfica, ya que para explicar la formación de la imagen holográfica es necesario recurrir a los conceptos de interferencia y difracción, ambos característicos de las ondas. Es evidente, por tanto, que los fundamentos físicos sobre los que se sustenta la técnica holográfica hay que buscarlos en la naturaleza ondulatoria de la luz. Sobre esta técnica y su funcionamiento escribiré en la siguiente publicación.
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