Continuando con el tema de la estética semiótica de Charles Sanders Peirce, que se ha tratado en las dos publicaciones anteriores, veremos más del análisis que al respecto hace la profesora brasileña Lucía Santaella. Ella construye su propia aproximación a estas ideas sobre la base de las propuestas de otros autores, que divide en dos grupos: los que ven los planteamientos de Peirce como parte de una disciplina filosófica que resulta integrada a las ciencias normativas -estética, ética y lógica-; y los que han hecho una interpretación posible pero no rigurosa de las ideas del filósofo estadounidense, tratando de extraer de su fenomenología una posible teoría estética.
En la publicación de ayer resumimos cómo Lucía Santaella analiza, en su texto de 2006, La estética semiótica de C.S. Peirce, aquellos autores de este segundo grupo. Luego resume el trabajo de los que observan un enfoque distinto, los del primer grupo: Herman Parret, por ejemplo, que afirma que el concepto de feeling (sentimiento) no puede ser asociado directamente a las sensaciones estéticas porque sería confundir la evaluación emocional con el juicio perceptivo. Desde el punto de vista semiótico, Parret dice que para Peirce el signo estético por excelencia es la metáfora. Para Santaella este análisis termina mezclando conceptos que no están discernidos como tales en las ideas de Peirce.
Nombra también a V. Tejera, que toca el tema de la estética en la literatura según la que sería una óptica semiótica peirceana, pero que en realidad no enfoca explícitamente la constitución de una estética sino de una suma de aportes más bien inconexos. Reconoce, sin embargo, que estos "comentadores" (de ambos grupos) están fascinados con un importante concepto en Peirce, que es el del ícono como signo cargado de valores que pueden ligarse a una visión estética. Dice Santaella:
"Realmente, la originalidad peirceana fue radical al introducir un tipo de signo o casi signo cuya naturaleza oscila entre ser signo y ser cosa, o sea, un signo que no deja de ser una cosa, o una cosa que se queda en la eminencia nunca consumada de ser signo".
Esta afirmación le permite a ella avanzar en su visión sobre la estética semiótica en Peirce, porque al enfatizar que la estética considera los objetos en su presentación, como aquellas cosas cuyos fines están en la corporeidad de sus cualidades de sentimiento, es fácil concluir que el ícono es el signo estético por excelencia. Claro, hay que observar al ícono desde diversos ángulos, cosa que veremos en el siguiente post.
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