Aquí el cuarto y último post que hago sobre el libro Inteligencia Artificial, cómo cambiará el mundo (y tu vida), del año 2018, del doctor español Pablo Rodríguez Rodríguez. En el capítulo 7 habla sobre la inteligencia artificial ética, la privacidad y el alma de los datos. Finalmente plantea una conclusión en la que nos deja su visión del futuro con la IA. No hay que olvidar que este texto se escribió justo antes de la pandemia de Covid-19 y de la explosión de los programas con IA a partir de 2021.
El asunto ético en el aprovechamiento de los datos es muy importante. La discreción, el uso consciente de los datos y el uso justo de la internet es un tema siempre relevante en el mundo de la informática. La proliferación de hackers, el crecimiento de la "Deep Web" y la cibercriminalidad muestran el lado flaco y oscuro de estos avances tecnológicos. Esto tiene otra consecuencia: la invasión a nuestra privacidad. Dice Pablo Rodríguez:
"Hoy en día una gran parte de internet se ha convertido una enorme máquina de rastreo de datos personales. Hace tanto tiempo que es así que raramente le damos relevancia, pero vale la pena recordarlo de vez en cuando. Toda esta libertad de comunicación y de información supone que prácticamente cada sitio que visites te colocará una docena de cookies de rastreo, lo que permite hacerte un seguimiento de un sitio a otro con contenidos personalizados".
Ello implica sin duda un forma de atosigamiento que sin duda está lejos de ser ético, a pesar de que implícitamente estemos aceptando las condiciones que nos imponen. Otra cosa que el desarrollo de la IA está generando es la pereza mental. Es más fácil buscar que recordar. Más sencillo navegar que leer. Más cómodo delegar que asumir. Internet y la Web se pueden encargar de muchas cosas, lo que conlleva a una dejadez y al facilismo.
Hay entonces un delicado equilibrio entre lo útil y lo conveniente. La entrega y el manejo de los datos es algo delicado que debe ser analizado no solo desde el ángulo económico sino desde el social, grupal y personal. "Deberíamos dar a nuestros datos y a la IA el trato que le damos a nuestro espíritu", afirma el autor.
Finalmente, como conclusión, Rodríguez hace referencia a cómo la ficción y la ciencia ficción se nos está convirtiendo en realidades. Sin duda en unas pocas décadas estos avances se habrán convertido en el día a día y en la normalidad de nuestras vidas. Lo importante es no perder de vista que este desarrollo debe estar basado en la confianza y en la gente. Un enfoque centrado en el ser humano sólo puede lograrse si los investigadores, los responsables de la formulación de políticas y los líderes de los gobiernos y las empresas, se unen a la sociedad civil para establecer un marco ético compartido para el uso apropiado de la inteligencia artificial.
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