jueves, 5 de julio de 2018

Cibernántropo

Hacia 1970, el sociólogo y filósofo marxista francés, Henri Lefebvre (1901-1991), publicó un libro interesante y polémico titulado Hacia el Cibernántropo,  que es una crítica a la tecnología desde el punto de vista de la deshumanización y la alienación. Si bien él ha trabajado primordialmente el tema de la ciudad, el espacio público y la comunidad como asunto social, creador de relaciones y conflictos (lo urbano y lo rural), en este texto trabaja los problemas que la tecnocracia le traen al hombre, que termina siendo dependiente y esclavo de los adminículos y artefactos que le rodean y finalmente le gobiernan y agobian.

El cibernántropo vive rodeado de aparatos tecnológicos, se informa, se comunica, actúa y adquiere un estatus social privilegiado a través de ellos. Esto le provoca lo que él supone una autosatisfacción. Al cibernantropo no le preocupa depender de la tecnología pues lo considera normal para poder responder a los retos del siglo XX (y naturalmente a los del siglo actual). Esto es, según Lefebvre, una catástrofe, porque el ser humano termina siendo gobernado por las intrigas cibernéticas, por los botones electrónicos y por los mecanismos digitales. Este hombre será una criatura pasiva, que no toma decisiones sino que se deja afectar por lo que las máquinas y sus medios le impongan. 

Esas condiciones se ligan al desarrollo de una forma construcción de espacio citadino conocido como ciberciudad, donde la tecnología regula el curso de la vida urbana. Hay en día se amplía ese ámbito por la presencia abrumadora de la internet de la cosas y del ciberespacio, que dominan todo el panorama social actual.

Finalmente el hombre termina siendo un consumidor de tecnología que vive supeditado a ella; por eso, hay que, según Lefebvre, luchar contra ese sometimiento, contra esa alienación programática. Salvar al hombre del futuro pasa por rescatarlo hoy de esa abrumadora dependencia. El Cibernántropo es el hombre que vive por y para la tecnología, cosa que aprovechan los medios masivos de comunicación y los entes sociales dominantes, para hacer que la gente acepte imposiciones a nombre de, justamente, ese futuro. Esas ideas, formuladas hace cerca de 50 años, no parecen haber cambiado, aunque no podemos asegurar tampoco las consecuencias. Y tampoco parece que hayamos hallado las respuestas a esta propuesta. 

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