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viernes, 1 de abril de 2022

Una famosa idea de Descartes

El día de ayer correspondió la fecha del nacimiento del filósofo francés, René Descartes (31 de marzo de 1596-11 de febrero de 1650), considerado fundador de la geometría analítica y exponente la filosofía moderna. En uno de sus textos más famosos, El Discurso del Método, de 1637, propugna justamente la duda como forma de aprehensión de la realidad y del conocimiento, desafiando de forma absoluta el criterio de autoridad para abrazar definitivamente la razón. Para ello, sostuvo, dudaría de todo. Allí afirmó:

"Estoy seguro al menos de que existo y de que existo como algo que piensa. Esto que soy no es el cuerpo, sino una sustancia cuya esencia consiste en pensar; dudar es también un modo de pensar, y pensar es una prueba de la propia existencia".

De aquí es donde surge su famoso axioma Ego cogito ergo sum, "Pienso, luego existo", idea ya discutida, apoyada, rebatida y actualizada por diferentes corrientes filosóficas hasta el día de hoy. 

jueves, 7 de septiembre de 2017

El fantasma en la máquina y la comunicación (y 4)

En las últimas tres publicaciones, hice referencia a la crítica que hace el filósofo británico Gilbert Ryle al postulado formulado por el francés René Descartes que distingue al cuerpo de la mente, entendiéndolos como entes separados. Esta noción resume mucho del pensamiento clásico, que asume al alma como separada del cuerpo físico. Ryle critica esta posición, indicando que la mente es parte del cuerpo, se aloja en el cuerpo, y sin éste no puede existir. Para ser más incisivo, dice que admitir ese dogma mente-cuerpo es admitir que el hombre es una máquina controlada por un espíritu: el fantasma en la máquina.  

Para refutar esta dicotomía, Ryle explica que la teoría cartesiana se basa en un error categorial, consistente en presentar los hechos de la "vida mental" como si pertenecieran a un tipo o categoría lógica (o conjunto de tipos categoriales), cuando en realidad pertenecen a otras formas de materialidad real. En este caso, los procesos mentales se consideran del mismo modo que los procesos físicos. Se concibe la mente como una unidad compleja y organizada, del mismo modo que al cuerpo. Además, se describe en términos de causalidad no mecánica. De modo que, aunque se defendía la diferencia esencial entre la mente y el cuerpo, lo mental se explica en los mismos términos que lo físico: la mente es una cosa, aunque de tipo distinto a las cosas físicas y los procesos mentales son causales, aunque la causalidad mental sea de distinto tipo que la causalidad mecánica.

Uno de los elementos que determina la relación no dicotómica ente mente y cuerpo es la comunicación, bien sea interior o social colectiva. Las personas se comunican y perciben la realidad del mundo en la vida material del cuerpo usando los cinco sentidos, pero la mente no se comunica con otras mentes por ella misma, y sólo podemos echar una mirada cada persona a la suya propia por introspección. Es decir, no es posible, para Descartes, conocer los estados y procesos de otras mentes ajenas a la propia. En cambio, Ryle sostiene que ello no tiene que ver con lo espiritual, puesto que la comunicación es producto de acuerdos y convenciones, percibibles y entendibles a través de procesos físicos.

El pensamiento es una elaboración simbólica, pero que se ubica en un ente físico: el cerebro. Hay una construcción en la conciencia, que está ligada a los procesos mentales en el órgano cerebral. No como un alma o espíritu sino como resultado de un sistema neuronal. Esto también aplica al llamado "libre albedrío", puesto que muchas decisiones son inconscientes, es decir, no racionales, o no libres, ya que se puede saber neuronalmente con segundos de anticipación, qué es lo que va a decidir “concientemente” una persona, incluso antes de que piense que va a tomar tal o cual decisión. Ello aplica a toda forma de comunicación, por lo que, según Gilbert Ryle, no hay tal fantasma en la máquina. Somos uno solo: mente y cuerpo.



miércoles, 6 de septiembre de 2017

El fantasma en la máquina y la comunicación (3)

Como se vio en las dos publicaciones anteriores, hay un aspecto filosófico en al campo de la comprensión del ente humano que trata de la separación entre el cuerpo y la mente, un postulado que tiene origen en el pensamiento clásico de muchas culturas. El pensador que más claramente marcó esta dicotomía fue René Descartes, con su explicación sistemática del dualismo metafísico entre la mente y el cuerpo, que ha sido desde entonces discutida por el pensamiento occidental. Para Descartes, hay dos sustancias creadas diferentes, el cuerpo y el alma (a la que también denomina "mente"). La esencia del cuerpo es la extensión; mientras la del alma o mente es el pensamiento. El cuerpo es espacial, el alma no tiene extensión. Estas ideas tuvieron mucho peso hasta principios del siglo XX.

En un libro de 1949, El concepto de lo mental, el filósofo británico Gilbert Ryle rebate estas ideas, y señala que la mente es parte del cuerpo, porque está ligada al cerebro, gestor del pensamiento. Creer que la mente es una especie de espíritu inmaterial (como el alma), que controla al cuerpo, es como pensar que se está frente a un fantasma dentro de una máquina. Esta expresión crítica (Ghost in the machine), va a sustentar una serie de planteamientos que contradicen esas ideas cartesianas. El filósofo británico vio que esta concepción deja inexplicada las relaciones naturales entre la mente y el cuerpo. En otras palabras: que mi deseo (un proceso mental y no espacial) de levantar un brazo, produzca que mi brazo se levante (un proceso físico). Por otra parte, según Ryle la teoría socava aquello que pretende explicar. En efecto, por un lado resulta que la teoría se propone para determinar una estructura lógica de los conceptos con los que se describe lo mental y la conducta, puesto que en la vida normal de cualquiera de nosotros utilizamos estos conceptos con regularidad y de forma adecuada. Pero por otro lado, la abstracción y la conceptualización es un fenómeno que si bien se genera en la mente, está ligada a lo real, a lo perceptible y a lo pensable.

Del hecho de que, según Ryle, el dogma del fantasma en la máquina es erróneo en la medida de que parte de un error de categorías (asumir que la mente es un ente independiente del cuerpo), genera algunas consecuencias, como por ejemplo la disolución de la dicotomía mente-cuerpo (o materia), sin caer en contradicciones metafísicas (de tipo materialista o idealista), los cuales son dos puntos de vista que aceptan que o hay mentes o hay cuerpos, aunque no ambos. Es decir, ceden a la dicotomía mente-cuerpo. En este sentido, hay un último elemento que tiene que ver con la comunicación, y que consiste en entender que la tal dualismo no explica la comunicación interna (¿hablo yo conmigo mismo?), ni la conexión entre individuos y sociedades, más allá de lo físico y evidente. Sobre esto trataré en la próxima publicación que concluye este tema.

martes, 5 de septiembre de 2017

El fantasma en la máquina y la comunicación (2)

Hacia mediados del siglo XVII, René Descartes postuló, entre tantas de sus propuestas filosóficas, la idea de que la mente y el cuerpo son entes separados, y que el pensamiento sólo existe en el tiempo, sin ocupar espacio, en tanto el cuerpo humano es un ente físico que no sólo tiene que ver con el tiempo sino con el espacio real. Naturalmente, Descartes resumía lo que muchos pensadores desde la antigüedad creían: que la mente y el alma son cosas que están separadas del cuerpo físico, y actúan en entornos diferentes.

La teoría cartesiana de la dualidad cuerpo-mente (ésta última como sinónimo del alma) explicaba que el cuerpo (res extensa) es finito, requiere espacio y tiempo, y sigue el determinismo natural. Sin embargo, el alma (res cogitans) es incorpórea e intemporal, por lo que presumiblemente es sobrenatural y eterna, y además, es la responsable del libre albedrío humano. Hay así dos tipos de vida para Descartes: la vida material del cuerpo y la espiritual de la mente. La del cuerpo está sujeta a las leyes naturales deterministas: lo que ocurre no puede ser de otra manera (episteme, como apuntaría Aristóteles), mientras que la mente, debe disponer de libre albedrío o voluntad, que es una propiedad imprescindible, necesaria para la mente (alma). Consecuentemente, toda persona posee de forma intuitiva, conocimiento de los datos de su propia conciencia. También se asume que toda persona puede acceder a lo que pasa por su mente, como si lo percibiera, postulando así “un tipo especial de percepción” interna: la introspección.

De esto, el filósofo británico Gilbert Ryle, expone una conclusión que contrasta con el concepto original de Descartes: si esta hipótesis es cierta, solo podemos hacer suposiciones sobre las otras mentes por la vía indirecta de la observación de la conducta corporal, no pudiendo nunca corroborarse aquello que se infiere de los movimientos corporales similares a los de uno, y de ahí a las operaciones mentales similares a las propias. En estas circunstancias, la existencia de otras mentes distintas a la propia parece obvio y no tiene refutación.

Como muestra de la paradoja que significa separar la mente del cuerpo, Ryle acuña entonces las expresión Ghost in the machine: el cuerpo es visto como una máquina y algunas de sus operaciones son controladas por otro fantasma interior, la mente, que es una “máquina espectral”. Este es el fantasma en la máquina. Hay varios argumentos que señalan que esta dicotomía no tiene sentido, y que proviene de fundamentos teológicos o dogmáticos. Uno de ellos tiene que ver con la comunicación, tema que referiré en las siguientes publicaciones.



lunes, 4 de septiembre de 2017

El fantasma en la máquina y la comunicación (1)

El filósofo británico Gilbert Ryle publicó, en 1949, un libro clave en el campo de la psicología y la filosofía: El concepto de lo mental. En esta obra presentaba su teoría de la mente, en la que postuló la tesis según la cual los conceptos utilizados desde la época de Descartes para caracterizar las facultades mentales se seleccionaron de forma errónea. Para referirse a la teoría según la cual “todo ser humano tiene un cuerpo y una mente”, Ryle utiliza en un sentido peyorativo la expresión de “dogma del fantasma en la máquina”. Esta concepción, cuyo precursor principal fue Descartes, era la “doctrina oficial” del pensamiento ilustrado entre el siglo XVII y el XX, es decir, la que aceptaban la mayoría de filósofos, psicólogos y religiosos occidentales.

Este planteamiento cartesiano dice que “todo ser humano tiene un cuerpo y una mente”. Según esta teoría, la mente y el cuerpo son sustancias heterogéneas, diferenciadas. El cuerpo, de naturaleza material, está en el espacio y se rige por las mismas leyes mecánicas que rigen sobre todo cuerpo espacial y, como estos, el comportamiento del cuerpo humano puede ser públicamente observado. La mente, por su parte es insustancial, que no está en el espacio -sólo en el tiempo- y cuyos procesos, por no ser espaciales, no se comportaban conforme a las leyes mecánicas. Como consecuencia de esto, las operaciones mentales son privadas, es decir, solo yo puedo tener conocimiento directo de los estados y procesos de mi propia mente. Ryle afirmó que esta metáfora, lejos de ser obvia, esconde una suposición que distingue entre dos tipos de existencia: existencia física y existencia mental. Los seres físicos se caracterizan, entre otras cosas, por ser espacio-temporales. Por su parte, los seres cuya existencia es mental se caracterizan por estar en el tiempo, pero no en el espacio. 

Esta concepción implica también una forma de comunicación, puesto que se puede derivar una posición acerca del conocimiento de nuestra propia mente y del conocimiento de otras mentes. Por un lado, acerca de nuestra propia mente se deriva de aquí la tesis epistemológica según la cual los estados y procesos mentales no engendran ilusiones ni dan lugar a dudas, en tanto las expresiones físicas son multisémicas. Toda persona posee de forma inmediata conocimiento de los datos de su propia conciencia. También se mantiene, sobre esta base, que toda persona puede acceder a lo que pasa por su mente, como si lo percibiera, postulando así un tipo especial de percepción interna: la introspección. Más no es posible establecer una comunicación de mente a mente, salvo que se acepte la idea de una conexión telepática. Este aspecto trajo muchas controversias, sobre todo en el S. XIX, e influyó en muchas actitudes científicas, y será cuestionada por Ryle con esa frase crítica del "fantasma en la máquina", como veremos en siguientes publicaciones.

viernes, 10 de octubre de 2014

Una frase de Descartes sobre el viajar

Esta frase de René Descartes que se dijo hace ya más de 300 años, sigue teniendo vigencia en este mundo cibernético y multicultural:

"Los viajes sirven para conocer las costumbres de los distintos pueblos y para despojarse del prejuicio de que sólo es la propia patria se puede vivir de la manera a que uno está acostumbrado".

René Descartes (1596-1650) Filósofo, escritor y matemático francés.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Dicho por Descartes

El gran filósofo francés, René Descartes (o Cartesius) además de su famoso aforismo "Cogito, ergo sum" ("Pienso, luego existo") dijo muchas otras frases inteligentes y famosas. Sobre la belleza y la verdad señaló:

"No he hallado una mujer cuya belleza pueda compararse al de la verdad"

RENÉ DESCARTES (1596-1650), filósofo, científico y matemático francés, uno de los fundadores de la filosofía moderna y el método racional para entender la realidad.



sábado, 16 de junio de 2012

Descartes y la estética

Aunque el gran filósofo francés René Descartes (1596-1650) no escribió específicamente sobre estética como tal, sí hace referencia en su desarrollo filosófico a lo artístico y a aquello que puede considerarse como bello y agraciado, en concordancia con la visión europea del siglo XVII. Por lo tanto es importante hacer mención a su pensamiento en este sentido. Sobre todo por lo que influirá en las ideas de los siguientes cien años.

Por supuesto que uno de los aportes de Descartes es su método de la duda ante todo, y eso se traslada a la comprensión y representación de la realidad. Ya no hay una idealización, como en el caso de los humanistas, sino una racionalización. Por lo que atañe a las cosas externas, no podemos servirnos de las sensaciones para conocer sus esencias, porque las cualidades sensibles no responden a las cosas en sí mismas sino que son el modo de reaccionar del sujeto que las siente.

“Descartes piensa en lo bello,” -dice Raymond Bayer- “no en lo sublime ni en lo cómico, tampoco en lo feo o en la característica en que se encuentran elementos aberrantes. Un objeto es tanto más bello cuanto menos diferentes sean unos de otros sus elementos y cuanta mayor se la proporción entre ellos”. Esto implica que hay también cuestiones de grado, mayores o mejores relaciones, bien sean matemáticas o proporcionales, que a fin de cuentas pasan del racionalismo puro a la deleitación.

Él ve, en la imitación de la verdad, una misión moralizadora del arte, considerando la razón como su instrumento, porque el único criterio de la verdad es la verdad misma. Uno de los aportes más conocidos de Descartes es su método de reconstrucción de la realidad a través de la geometría analítica. Esto influye en la forma de percibir el mundo, de representarlo, y de manera inesperada, va a ser la base, 300 años después, del digitalismo, puesto que el sistema de coordenadas ortogonales que define el sistema cartesiano es un antecedente del sistema binario.

Descartes va a influir en Pascal, en Leibniz, en Hobbes, y finalmente sobre Kant, que va a ser quien primero estudie la estética como ente filosófico. Y justamente durante el siguiente siglo es que se va a definir la estética como objeto de estudio.


sábado, 7 de enero de 2012

El sentido y la naturaleza según Descartes

"El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo... la potencia de bien juzgar y de distinguir lo verdadero de lo falso, que es lo que llamamos sentido común o razón, es, por naturaleza, igual en todos lo hombres. En efecto, no es suficiente tener buen sentido, lo principal es aplicarle bien." 

RENÉ DESCARTES (1596-1650), filósofo francés, en "El discurso del método", 1637.