En la publicación anterior vimos una interesante forma de distinción que permite clasificar las obras de arte según su forma de reproducción y percepción. Nelson Goodman, filósofo estadounidense, llama la atención sobre un problema peculiar en la filosofía del arte: ¿por qué es que una pintura puede ser falsificada mientras que una pieza musical no se puede? Después de verificar que efectivamente hay una importante diferencia estética entre un original y una falsificación y de clarificar su naturaleza, Goodman sugiere una respuesta a la pregunta. Esta es que las obras en una forma de arte pueden ser falsificadas si y solo si no hay una notación posible para especificar cuáles son y cuáles no son obras auténticas. En otras palabras, una pieza musical se puede escribir como una partitura, por lo que cualquier interpretación que corresponda adecuadamente a la partitura se considera auténtica; no hay tal notación para definir qué es y qué no es una instancia auténtica de una pintura, por lo que una pintura puede ser falsificada.
Esta diferenciación es la que determina cuándo hablamos de autográficas o alográficas. Las artes autográficas dependen de la materialidad única y la historia de producción de cada obra, lo que impide la existencia de copias idénticas, mientras que las artes alográficas permiten copias exactas, centrando la identidad de la obra en un sistema de notación o instrucciones reproducibles.
En las artes autográficas, la historia de la producción de la obra es fundamental para su identidad y autenticidad. Esto significa que el objeto físico en sí mismo es el original y cualquier copia, por muy exacta que sea, no se considera la misma obra de arte. La distinción entre una obra original y una falsificación es crucial. Un duplicado exacto no tiene el mismo valor que el original, incluso si se ve idéntico. Por ejemplo, una réplica perfecta de la Mona Lisa no es la Mona Lisa. La pintura, la escultura tradicional y el grabado son artes autográficas. Aunque un grabado pueda producir múltiples impresiones (ejemplares), la plancha original de la que se obtuvieron es única, y cada impresión individual se considera un original en sí misma, con su propia historia de producción.
En las artes alográficas, la obra de arte se define a través de un sistema de notación (como una partitura, un guion o un plano). La identidad de la obra está ligada a esta notación, no al objeto físico o a la ejecución específica. La noción de falsificación no aplica de la misma manera. Si una obra se ejecuta según su notación, es una instancia auténtica de la obra, sin importar quién la ejecute o cuándo. Por ejemplo, una interpretación de la Quinta Sinfonía de Beethoven es tan auténtica como cualquier otra, siempre que se base en la partitura original. La música, la literatura, el teatro y la arquitectura son artes alográficas. El texto de una novela es la obra en sí, y cualquier copia del libro es una instancia auténtica de esa obra. De igual forma, una casa construida siguiendo los planos de un arquitecto es una instancia auténtica de esa obra arquitectónica.
En definitiva, según esta idea de Goodman, la diferencia radica en si la obra puede ser identificada y duplicada sin perder su autenticidad. Si el objeto único y su historia son lo que importan, es autográfico. Si la notación que la define es lo que importa, es alográfico. Esto es válido para toda creación artística, incluyendo las digitales y las que hoy se realizan con inteligencia artificial.
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