jueves, 7 de septiembre de 2017

El fantasma en la máquina y la comunicación (y 4)

En las últimas tres publicaciones, hice referencia a la crítica que hace el filósofo británico Gilbert Ryle al postulado formulado por el francés René Descartes que distingue al cuerpo de la mente, entendiéndolos como entes separados. Esta noción resume mucho del pensamiento clásico, que asume al alma como separada del cuerpo físico. Ryle critica esta posición, indicando que la mente es parte del cuerpo, se aloja en el cuerpo, y sin éste no puede existir. Para ser más incisivo, dice que admitir ese dogma mente-cuerpo es admitir que el hombre es una máquina controlada por un espíritu: el fantasma en la máquina.  

Para refutar esta dicotomía, Ryle explica que la teoría cartesiana se basa en un error categorial, consistente en presentar los hechos de la "vida mental" como si pertenecieran a un tipo o categoría lógica (o conjunto de tipos categoriales), cuando en realidad pertenecen a otras formas de materialidad real. En este caso, los procesos mentales se consideran del mismo modo que los procesos físicos. Se concibe la mente como una unidad compleja y organizada, del mismo modo que al cuerpo. Además, se describe en términos de causalidad no mecánica. De modo que, aunque se defendía la diferencia esencial entre la mente y el cuerpo, lo mental se explica en los mismos términos que lo físico: la mente es una cosa, aunque de tipo distinto a las cosas físicas y los procesos mentales son causales, aunque la causalidad mental sea de distinto tipo que la causalidad mecánica.

Uno de los elementos que determina la relación no dicotómica ente mente y cuerpo es la comunicación, bien sea interior o social colectiva. Las personas se comunican y perciben la realidad del mundo en la vida material del cuerpo usando los cinco sentidos, pero la mente no se comunica con otras mentes por ella misma, y sólo podemos echar una mirada cada persona a la suya propia por introspección. Es decir, no es posible, para Descartes, conocer los estados y procesos de otras mentes ajenas a la propia. En cambio, Ryle sostiene que ello no tiene que ver con lo espiritual, puesto que la comunicación es producto de acuerdos y convenciones, percibibles y entendibles a través de procesos físicos.

El pensamiento es una elaboración simbólica, pero que se ubica en un ente físico: el cerebro. Hay una construcción en la conciencia, que está ligada a los procesos mentales en el órgano cerebral. No como un alma o espíritu sino como resultado de un sistema neuronal. Esto también aplica al llamado "libre albedrío", puesto que muchas decisiones son inconscientes, es decir, no racionales, o no libres, ya que se puede saber neuronalmente con segundos de anticipación, qué es lo que va a decidir “concientemente” una persona, incluso antes de que piense que va a tomar tal o cual decisión. Ello aplica a toda forma de comunicación, por lo que, según Gilbert Ryle, no hay tal fantasma en la máquina. Somos uno solo: mente y cuerpo.



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