Lev Manovich, el escritor estadounidense de origen ruso, nacido en 1960, experto en temas de informática, internet y medios de comunicación (y ha quien ya he citado en el blog), ha emitido recientemente opiniones interesantes sobre el uso de la inteligencia artificial en las producciones artísticas contemporáneas. En ese sentido, ha dicho: "La inteligencia artificial está cambiando rápidamente el campo del arte, la cultura y los medios, y para aprovechar todo su potencial, necesitamos una comprensión más profunda de su naturaleza y cómo puede ser aplicada en diferentes contextos".
Afirma también que “no todas las personas que utilizan herramientas de IA para crear arte son artistas, así como no todas las personas que sacan fotos son fotógrafos”. En un reciente libro, "Artificial Aesthetics. A Critical Guide to AI, Media and Design" (Estética artificial. Una guía crítica para la IA, los medios y el diseño), del que Manovich es coautor, explica que, aunque con la IA los humanos automatizan su proceso, el resultado dependerá de la sensibilidad estética del sujeto.
El asunto entonces es ver si se considera la maestría técnica como un criterio para el arte real. Surge el famoso comentario "¡cualquiera podía haberlo hecho!", aplicado usualmente al arte contemporáneo, que tiene a desvalorar toda creación sin técnica, pero que irónicamente ahora se puede aplicar también a las formas de arte que siguen el patrón tradicional, complejo en estilo, pero computacionalmente realizable: "incluso una IA podría hacer eso". Toda una contradicción.
También afirma Manovich: "El desarrollo natural del arte contemporáneo es que pasamos de objeto a proceso. Para mí todo tipo de creación que use tecnología es procesual, no objetual, el objeto es parte del proceso. Es decir, no me interesa la imagen, sino el sistema, sobre todo si está programado en código abierto". Esta idea trae también toda una discusión sobre la estética que se relaciona con aquello realizado usando la IA y su implicación ética, al usar imágenes y fuentes de todo tipo que no respetan ni derechos de autor ni su origen creativo. Esta diatriba es hoy muy compleja, y en próximas publicaciones tocaré algunos puntos relevantes de su contenido.
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