lunes, 26 de marzo de 2018

Futurismo del pasado (y 2)

En la entrada de ayer hice referencia al movimiento Futurista, que surgió en la Italia de principios del siglo XX, impulsado por el poeta Filippo Tommaso Marinetti, quien redactó el Manifeste du Futurisme, publicado el 20 de febrero de 1909, en el diario Le Figaro de París. Propugnaba las ideas de velocidad, violencia, fuerza y maquinismo, con una estética nueva. Se basó en valores diferentes, entre los que se destacan la exaltación de la originalidad, las formas en movimiento (tiempo, velocidad, energía, fuerza), la representación del mundo moderno, las ciudades y los automóviles, su bullicio y dinamismo, así como máquinas, deportes, y la guerra. Se valora el uso de formas y colores para generar ritmos, la multiplicación de líneas y detalles, semejantes a la sucesión de imágenes de un caleidoscopio o una película.

Este movimiento incluyó poetas, escritores, escultores, fotógrafos, cineastas y pintores, que aunque trabajaron muy poco juntos y durante muy poco tiempo, tuvieron gran trascendencia. Si bien su talante como movimiento es italiano, artistas de muchas otras partes se fueron sumando. Tuvo relación con el cubismo y algunas otras corrientes contemporáneas. Los futuristas abominaban del pasatismo (el culto al pasado), querían destruir bibliotecas y museos, que les parecían cementerios, y eran entusiastas del emblema de los nuevos tiempos, la máquina y la velocidad. En esto tuvieron un curioso émulo, el arte de la revolución bolchevique, cuando la maquinaria industrial o la aviación se convirtieron en iconos para los vanguardistas rusos.

Los más notables artistas del futurismo italiano fueron Umberto Boccioni (1882-1916), Carlo Carrá (1881-1966), Luigi Russolo (1885-1947, Giacomo Balla (1871-1957), Gino Severini (1883 - 1966), el fotógrafo Anton Giulio Bragaglia (1890-1960) y el arquitecto Antonio Sant'Elia (1888-1916), además de Marinetti en poesía y literatura. Una cosa curiosa es que el Fascismo italiano tomó algunas de las propuestas del futurismo como suyas, y el mismo Marinetti fue seguidor de Mussolini, lo cual por su puesto no le granjeó simpatías en ciertos grupos intelectuales del período entre las dos guerras. 

La importancia que tuvo el futurismo, más allá de sus méritos artísticos, consistió en tratar de crear una estética desde cero, con lo que se hizo posible una profunda renovación de las técnicas y principios artísticos, cuyas repercusiones aún se sienten. Aunque ahora sea cosa del pasado, fue uno de los primeros "ismos" o vanguardias artísticas, y su valor como movimiento de ruptura allanó el camino a otras corrientes que revitalizaron el panorama artístico en los albores del siglo XX.

Filippo Tommaso Marinetti

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