sábado, 23 de enero de 2021

Teoría de la forma excedente (1)

Cuando el hombre, en su evolución, fue capaz de crear y producir objetos que mejoraran sus condiciones de vida, ropas, utensilios, vasijas, su primera necesidad fue realizarlos de manera que fuesen eficientes y manejables, útiles y funcionales. Pero con el correr del tiempo, una vez resueltos los problemas prácticos, surgió una necesidad de hacerlos más agradables, más representativos, más relevantes en su presentación. Es decir, fueron adquiriendo formas que iban más allá de su simple utilidad. Esta ornamentación es lo que se conoce como "Forma Excedente". 

Quien mejor desarrolla este concepto es el filósofo y profesor mexicano Adolfo Sánchez Vázquez (1915-2011), que en su libro Invitación a la estética (1992), aborda esta idea. Dice que el sentimiento de lo estético surge con la misma conciencia del hombre y su realidad. Lo bello, si bien tiene distintas connotaciones en momentos y lugares diferentes, está siempre presente en el pensamiento humano. Lo "bello" es visto como un adorno necesario que se incorpora al objeto, a la obra o al ritual, para enaltecer el significado implícito de cada actividad, más allá de la practicidad. Dice:
"Existe un conjunto de objetos a los que atribuimos ciertas cualidades específicas y al que llamamos universo estético. En este universo incluimos tanto seres naturales como objetos artificiales, entre los cuales figuran: objetos usuales de la vida cotidiana, productos artesanales o industriales, determinados dispositivos mecánicos o técnicos, y, finalmente, los productos humanos que llamamos obras de arte... No todos los objetos que hoy admitimos como legítimos pobladores de ese universo, fueron siempre reconocidos como tales. En un pasado aún reciente, el mapa de lo estético no incluía, por ejemplo, en su continente artístico, al arte prehispánico. Y ciertos objetos -máquinas o productos industriales- hasta bien avanzado el siglo XIX, eran considerados por su fealdad como la negación misma de lo estético".

Algunos cuestionan este argumento señalando que se apoya en una estética funcionalista, que no considera hechos como el "arte por el arte" o la conversión de los objetos de consumo en símbolos sociales. Pero realmente no se puede negar la existencia de una "forma excedente", que rebasa la función utilitaria de todo objeto creado por el hombre.

Sánchez Vázquez hace también otra afirmación: "La producción que hoy consideramos estética va apareciendo cuando la capacidad humana de producir materialmente algo ideado previamente alcanza un alto nivel, a lo largo de un proceso cuya duración calculan los antropólogos en centenares de miles de años" Se trataría así de dos relaciones con el mundo, de las cuales una de ellas, la estética, surge y se desarrolla en el seno de la otra: la producción material.

El origen de estas formas excedentes pueden asociarse a fenómenos culturales como la religión, la magia o lo simbólico. Lo bello es un adorno necesario, como una forma que potencia la función de un objeto y que además trasciende su utilidad. Un cántaro, por ejemplo, puede diseñarse para que funcione muy bien, pero si además se ornamenta adecuadamente, puede complacer a los dioses y espíritus que cuidan del grupo que consagró tiempo a honrarlos. Esta idea de "Forma excedente" tiene otras implicaciones culturales, como veremos en la siguiente publicación.

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