A finales de las década de 1950, el psicólogo social estadounidense León Festinger (1918-1989) elaboró una teoría psicológica aplicada a los conjuntos sociales, que estudia la formación y cambios de actitudes en grupos, con énfasis en la toma de decisiones y resolución de problemas. Es utilizada en el campo de la comunicación política, el comportamiento electoral y los estudios de medios de comunicación, para entender (desde el punto de vista de la conducta) las formas en las que reaccionan grupos humanos.
En su libro clave de 1957, Teoría de la disonancia cognitiva, Festinger define la cognición como "las cosas que una persona sabe sobre sí mismo, sobre su comportamiento, y sobre su entorno". En este sentido, la disonancia cognoscitiva es la situación en la que dos o más cogniciones están en desacuerdo entre sí (de ahí el término disonancia). La teoría asume que los seres humanos son sensibles a las incoherencias entre las acciones y las creencias, por lo que una inconsistencia en este sentido generará una disonancia -definida como una relación entre cogniciones que no concuerdan- y luego, un estímulo a resolverla.
Por lo tanto, el individuo como parte de un grupo trata de resolver ese conflicto, esa incongruencia, y busca compatibilidades que ayuden a superarla. La disonancia es un factor de motivación, y su grado de importancia varía en relación a la importancia de la creencia, el conocimiento o la actitud que se encuentra en disonancia. También en su importancia incide el número y la magnitud de las incompatibilidades entre la acción y la creencia del individuo. Esto es característico en aquellos momentos en que la realidad no concuerda con la idea que se tiene de la misma.
En este caso se produce el sesgo de la confirmación, puesto que a partir del momento en que la persona considera una suposición, tiende a detectar y recordar todo aquello que parece confirmarla, pero en cambio se fija mucho menos en lo que podría refutarla. Los elementos positivos nos recuerdan la suposición y las memorizamos como pruebas que la confirman. Los elementos en contrario no se toman en cuenta.
En la próxima publicación veremos cómo se racionalizan esas disonancias cognitivas (o cognoscitivas) y se buscan resolver, y cómo la comunicación social influye en este fenómeno.
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