miércoles, 8 de mayo de 2013

Signo e inmanencia

La inmanencia es el ente propio e intrínseco de un ser o un cuerpo. Ello implica que la acción y el sentido mismo es interno del objeto o del ser en sí. Inmanente es entonces aquello inherente a algún ser o que se encuentra unido a su esencia. Esto se opone a la trascendencia, puesto que lo inmanente se encuentra ligado al sí mismo y no es transitorio, en cambio que lo trascendente va más allá de esa condición e implica la actuación de un principio exterior o superior.

Desde el punto de vista filosófico, la posición inmamentista se opone a la trascendentalista porque ésta última señala la existencia de un Dios como causa de todas las cosas, lo cual es característico de las religiones monoteístas; en tanto las ideas contrarias, como pueden serlo las marxistas por ejemplo, afirman que la creación es un hecho natural y en realidad no pueden ser vistas las cosas como resultado de una voluntad divina. El inmamentismo cree que la fuerza creada no puede separarse del mundo natrual, y ubica la fuerza "divina" en los mismos objetos, no en un más allá escindido y trascenedente.

Esta concepción implica entender que el sentido, el significado de los seres y las cosas está en sí mismo, y no en Dios. Es por ello que el análisis de los sentidos y en particular de los signos es importante en las concepciones inmamentistas de la realidad. La mayoría de los semiólogos enfrenta la teoría de los signos entendiendo éstos como una sustitución de la realidad (una cosa que está en lugar de otra) sin asumir trascendencia: el signo es sólo un acto de racionalización humana, resultado de un proceso de convenciones.

Es a partir del análisis de los signos y los significados y del lenguaje mismo que se busca llegar al origen de los símbolos y de la comunicación. Esto de alguna forma trae como consecuencia que los lenguajes sean vistos como sistemas de significación, siendo estos entonces autónomos, resultado del mecanismo de convenimientos y socialización de las ideas. Por lo tanto, los lenguajes terminan siendo inmanentes, esto es, propios e intrínsecos en si mismos. Umberto Eco dice, por ejemplo, que el hombre no es el sujeto responsable del lenguaje porque no es él quien lo habla, sino que es hablado por el lenguaje. De modo que éste se convierte en fundamento del pensamiento y la realidad.

Un teórico como Jacques Derridá afirma que lo universal no es más que un signo, y todo signo no representa la verdad sino que la produce. Naturalmente que este punto de vista no es el único, y hay pensadores realistas o metafísicos que sostienen que es imposible concebir un lenguaje sin trascendencia, esto es, sin la intervención de la esencia divina. Por lo tanto la idea del ser y del signo, como ya vimos en otra publicación, sigue siendo tema capital en la semiología, la filosofía y la comprensión del mundo cultural y real de hoy.
   

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