En lo que se refiere al tercer elemento, la claridad, lo asume Ocampo como aquel que está más relacionado con la comunicación y con el propio ser del hecho estético. Lo “claro” es un principio que está relacionado con un acto fundamental de la belleza, que es el acto de esse, o sea, el ser en una forma inteligible. Señala que “la claridad también se puede aplicar de modo análogo a los entes intelectualmente aprehendidos, como en el caso de la evidencia, en la que lo entendido tiene significado gracias a la claridad o inteligibilidad”.
La claridad entonces es la relación entre las propiedades fundamentales de la obra o el hecho artístico y comunicacional, de manera que la forma resulte de esa unidad entre partes, componentes y contenidos. En el caso del digitalismo, estas nociones se aplican a la materialización de la esencia del mensaje vía informática, siendo la mediación de este mensaje una interfaz basada en la computación y la programación de sus elementos.
Cosecuentemente, la integridad, la proporción y la claridad son los elementos de lo bello que se implican y se soportan unos a otros ordenándose entre sí, uniéndose y distinguiéndose sin confundirse y sin darse aisladamente, y se puede aplicar a toda la producción cuyo origen sea la herramienta informática. Sea cual sea el estilo del producto final.
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