viernes, 16 de mayo de 2014

Imagrama y analogía

Para ahondar en el concepto de IMAGRAMA, hay que nombrar dos aspectos importantes que le corresponden, y que ameritarían un estudio profundo y detallado que no se puede hacer brevemente. Éste es el que se relaciona con el problema de la ANALOGÍA entre el objeto y su representación, y el que tiene que ver con los significados o SEMIOLOGIA-SEMIÓTICA de las imágenes.

Con respecto a este último, varios autores han hecho extensos estudios: Umberto Eco, Roland Barthes, Wicius Wong, Rudolph Arnheim, Ernst Gombrich, Anne-Marie Thibault-Laulan, Christian Metz, Jorge Frascara, Abraham Moles, Joan Costa y muchos más. Uno de ellos, Guy Gauthier, dice: "La imagen es, por lo menos, un enunciado, lo que quiere decir que a veces puede proponer algunos en términos estrictos de equivalencia lingüística". Pero el valor semántico de los imagramas es tan relevante y extensamente analizado, que sólo puede hacerse mención a su importancia, sin entrar en mayores detalles, que necesitarían de un texto más allá de la intención particular de éste.

En lo tocante a la semejanza o "ANALOGON" (como acuña Roland Barthes) del imagrama con su realidad originaria, el asunto es aún más complejo. ¿Qué representa un imagrama? ¿Debe haber algún tipo de fidelidad con la realidad de partida, o su existencia es independiente de toda referencia? ¿Se produce una verdadera sustitución, una ilusión o una interpretación? ¿La producción de un imagrama implica una transformación semiótica?

De nuevo este problema es muy difícil de explicar en esta exposición. Román Gubern pone un ejemplo, citando a Barthes, que demuestra lo complicado que puede llegar a ser este tema:

Al juzgar Barthes a la imagen fotográfica como analogon perfecto de la realidad y como un "mensaje denotado", concluye que la fotografía es "un mensaje sin código", afirmación que presupone la identificación o confusión entre el ícono fotográfico y lo que tal ícono denota (...). Barthes señala que la "paradoja de la fotografía" reside en 'la coexistencia de dos mensajes, uno sin código (que sería el análogo fotográfico) y otro con código (que sería el "arte", el tratamiento, la escritura o la retórica de la fotografía). El problema se centra, naturalmente, en la indivisibilidad del signo fotográfico.
Pero, tal como destaca Santos Zunzunegui, "...más interesante es preguntarse ¿cuándo una imagen es imagen de algo?, ¿cuándo una imagen mantiene una relación de representación con el tema que muestra, sea ese tema un 'retrato' o una 'invención'?". Y mejor todavía: "(...) la representación como sustitución precisa dos condiciones: que la forma autorice el significado con el que se le inviste y que el contexto fije el significado de manera adecuada."

Es decir, el contexto también define el sentido del imagrama, más allá de su relación de semejanza. Si no se conoce el referente, no se puede saber la identificación con la realidad sustituida. Esto igualmente lleva al problema de la objetividad perceptiva y constructiva, que obliga también a estudios que demuestran la complejidad de este tema en nuestro entorno iconosférico contemporáneo.



Primera fotografía tomada por el francés Nicephore Niepce en 1826

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