Una de las cosas que cambia durante el siglo XX, es el concepto de cultura. Es por eso que se puede hablar de una cultura (y una estética) de la modernidad, basándose en las nuevas formas de entender las sociedades y sus manifestaciones. La explosión de los medios de comunicación que se gestaron en el siglo XIX (fotografía, telégrafo, radio, cine, teléfono, posters), en combinación con los vertiginosos avances técnicos en avalancha (desde el ferrocarril hasta el avión) crearon una diferente forma de vida, sobre todo en las ciudades, lo que trajo a su vez una nueva manera de ver a los grupos humanos, particularmente en el mundo occidental.
La cultura era definida, según los patrones clásicos, como una forma de "cultivo". El hombre culto era aquel cultivado, que conocía y apreciaba a los grandes de la música, de la pintura, de la literatura, de la escultura. Esa idea es, por supuesto, muy clasista y sectarista. La antropología del siglo XX fue proponiendo otras acepciones más próximas a los acontecimientos humanos y sociales, que abarcaran manifestaciones menos específicas y más universales. La modernidad hizo que se comprendiera la cultura desde un punto de vista expresivo y sociológico, asumiendo que toda expresión de pueblo o grupo humano es una forma de cultura. Los medios de comunicación amplificaron esas formas, pero también las convirtieron en cultura masiva.
Los medios y las formas de comunicación tienen una gran influencia en el mundo moderno, porque entre otras cosas, multiplica la acción de los lenguajes. El profesor español Sebastiá Serrano propone (en la década de 1970) otra idea de cultura: toda cultura es un espacio de comunicación, entendiendo como espacio un universo dotado de significación. Así las culturas son conjuntos de hechos con significado. Esto puede discutirse a la luz de las nuevas condiciones de la posmodernidad y sus variantes, como veremos en la próxima publicación.
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