En la publicación anterior señalé el concepto de "sociedad líquida", que se relaciona con las ideas de "modernidad líquida" formuladas hace poco más de una década por algunos filósofos y sociólogos contemporáneos, como el polaco Zygmunt Bauman, el estadounidense Scott Lash, el alemán Ulrich Beck y el inglés Anthony Giddens. Esta postura es diferente a las de posmodernidad en su sentido crítico. Los posmodernistas suelen hablar de frivolidad, del vacío y de la validez de todo punto de vista (variación de posiciones en donde todo aplica); en tanto los "tardomodernos" (que plantean la existencia actual de una "sociedad líquida") dicen que hoy estamos viviendo un continuación exacerbada de los parámetros de la modernidad del siglo XX, menos crítica y más alienante y explotadora.
Esta sociedad líquida representa valores poco fuertes, poco definidos, en los que las condiciones puntuales son las que imperan, sin solidez ni firmeza. Más aún, es una sociedad individualista y no colectiva. El nuevo capitalismo, la tecnología digital y la globalización traen consecuencias dispares en los individuos, aumentando sentimientos de incertidumbre y una privatización de la ambivalencia. Se trata, para estos pensadores, de una continuación caótica de la modernidad, donde una persona puede cambiar de una posición social a otra de manera fluida. El "nomadismo" se convierte en un rasgo general del ser humano líquido moderno, que va fluyendo a través de su propia vida como un turista, cambiando sitios, trabajos, cónyuges, valores y a veces más —como su orientación política o sexual— alineándose de las redes tradicionales de solidificación.
Naturalmente esto genera una cultura fluida, sin solidez, basada en factores de instantaneidad y sin profundidad. Se presenta una exacerbación de la cultura de masas, devenida en cultura masiva individual, porque los contenidos llegan ahora de forma personalizada. Es una cultura de la precariedad de los vínculos humanos, que representa a la sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de las relaciones en las que vivimos. La cultura debe ser expresión sólida de las formas y valores social, porque los sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo. En cambio los líquidos son informes y se transforman constantemente. La cultura líquida fluye y no dura. Como la desregulación, la flexibilización o la liberalización de los mercados, la cultura también se olvida de los valores colectivos para reforzar solo los individuales: facebook, twitter, instagram, snapchat, todos medios individualistas, frívolos, instantáneos y fútiles, confirmarían esta percepción. Sin embargo, estos estados transitorios pueden a su vez tener implícitos su propia transformación. ¿Cambiará la misma tecnología estos estados culturales líquidos?
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