En esta especie de "cultura mosaico" en la que vivimos (según el concepto propuesto por Abraham Moles, ver http://ciberestetica.blogspot.com/2015/10/cultura-mosaico.html), muchas actividades y creencias de distintos orígenes y épocas se superponen, en este mundo globalizado y tecnificado. Una de esas manifestaciones es la llegada del llamado "Espíritu de la Navidad". Esta celebración tiene orígenes milenarios, y se relaciona con el solsticio de invierno del hemisferio norte, y está ligada a ciertas zonas de la Europa occidental, que veían en estas fechas (21 y 22 de diciembre) cómo el día se reducía a su mínimo en tiempo de luz solar, y volvía a crecer para renovar las esperanzas de vida con el inicio de la estación invernal.
Sobre este tema ya he hablado antes en este blog, pero no deja de sorprenderme como año tras año se sigue llamando a festejar un acontecimiento que en Venezuela es, a toda luces, una transculturización reciente. ¡Como la celebración de Halloween! Eso demuestra la fuerza de los medios de comunicación sobre las masas, que terminan aceptando como propias expresiones culturales de orígenes lejanos. No hago una crítica en este sentido, sino un llamado de atención sobre cómo las condiciones mediáticas van afectando nuestras culturas; y esto no sólo aquí, sino en todas las regiones del planeta.
Es notable como en países asiáticos como Japón y Corea del Sur, o del hemisferio austral, como Chile o Australia, festejan hoy la llegada del Espíritu de la Navidad, encarnado en la figura de un viejo gordo y barbado, vestido de blanco, como si fuera un Santa Claus en palidez. Esta representación pareciera estar ligada a la imagen del dios Thor nórdico, quien de alguna manera tiene que ver con el cambio de las estaciones y el principio de la vida. De hecho, se supone que el solsticio de invierno significa que el solo vuelve a nacer (el Sol Invictus de los romanos), por lo que la vida natural se renueva. En esta sociedad de tecnología rescatamos ritos paganos y antiguos... Tal vez no sea una contradicción.
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