lunes, 12 de octubre de 2020

Lo bello y lo sublime (2)

En la segunda mitad del siglo XVIII, se produce en Europa un cambio filosófico y conceptual sobre la apreciación de lo bello y sobe la obra artística. En esta etapa histórica el hombre descubre en la naturaleza una fuerza y un poder vital independiente, como consecuencia de los avances en las ciencias y en la tecnología. Se toma conciencia de las limitaciones humanas ante la realidad, por lo que busca respuestas más allá de lo evidente, En el campo de la estética, eso va a conducir a una nueva idea: lo sublime

En 1750 Alexander Baumgarten publica su Estética, libro en el que va a definir su concepto de estética, pasando de la valoración del gusto a la valoración cognoscitiva de la belleza, antes de que Immanuel Kant hablara de una Estética Trascendental como la ciencia de todos los principios a priori de la sensibilidad, en su famosa Crítica de la razón pura (1781) y más extensamente en su Crítica del Juicio de 1790. Es el mismo Kant quien escribe años antes, en 1764, un ensayo titulado Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, en el que aborda asuntos varios sobre la belleza, la moral, la psicología y la descripción de distintos caracteres individuales y nacionales, donde se entiende que lo sublime es un sentimiento que va más allá de la apreciación de  lo bello, afectando nuestras emociones profundas. 

La experiencia de lo sublime se va a prefigurar con los cambios que durante esa centuria se producen. Hay una nueva manera de ver la belleza, y varios filósofos la abordan. La palabra sublime viene del término latino sublimis, que a su vez se relaciona con sublevo, que significa levantarse, y en una acepción particular, "alzar vuelo". En ese texto de 1764, Kant dice:

"Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado. Una gran altura es tan sublime como una profundidad; pero a ésta acompaña una sensación de estremecimiento, y a aquélla una de asombro; la primera sensación es sublime, terrorífica, y la segunda, noble".

Y más adelante afirma: "La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella". Como se pude ver, aún él maneja allí ideas más ligadas a lo moral que a lo estético. No va a ser sino en en el último tercio del siglo XVIII en que la idea de lo sublime se haga específica en el campo de lo artístico, como veremos en la siguiente publicación.

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