En el ámbito de la ficción científica y la literatura fantásticas, los personajes humanoides, androides y robóticos son capitales. Y en la actualidad, con el multi desarrollo de la tecnología, los robots ocupan una posición relevante tanto en la estética como en el contenido. Sin embargo, las máquinas que hoy vemos como robots, que incluyen aquellos aparatos que trabajan mecánicamente en fábricas, tienen un origen bastante anterior.
Probablemente uno de los primeros "robots" androides concebidos justamente para el trabajo sea el famoso Golem, un ser humanoide hecho de barro que figura en un relato folclórico judío según el cual el rabino Judah Loew ben Bezalel, conocido como el Maharal de Praga en el siglo XVI, lo creó para defender el gueto de Praga de ataques antisemitas, así como para atender también el mantenimiento de la Sinagoga Vieja (Altneuschul). El problema es que usualmente malinterprtetaba las órdenes; aparte de ser un atentado contra Dios.
Otro hombre artificial famoso es el monstruo del Dr. Frankenstein, hecho de partes de cadáveres preservados, armado como un ser humano y animado por electricidad. Estos personajes son los que figuran en la novela Frankenstein o el moderno Prometeo de la escritora inglesa Mary Shelley publicado en 1818. Claro, el monstruo no era mecánico, pero la idea de que podía hacer trabajos era similar a la del robot.
Los autómatas también han figurado en novelas y relatos desde la antigüedad, pero no es sino hasta el siglo XX cuando se consolida el concepto de Robot como máquina programada para hacer trabajos, con una configuración semi humana. Visualmente el primer robot famoso apareció en la película Metropolis del alemán Fritz Lang en 1927, que comentaré en la publicación de mañana.
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