La función fática en los lenguajes tiene por objeto afirmar, mantener o detener la comunicación. Es un término de uso muy particular, porque Roman Jakobson distingue con ese nombre a los signos que sirven para establecer, prolongar o interrumpir la comunicación, pare verificar el funcionamiento del proceso o para atraer la atención del interlocutor y asegurar que no decaiga el interés.
Esta función puede ser entendida como "de contacto" (y no tiene que ver con el término "fáctico" que es otra cosa) y desempeña un papel importante en los modos referidos a la comunidad y a la comunión -entendida esta como la participación en lo común- en sociedad. Aquí el contenido de la comunicación tiene menos importancia que el el hecho de la presencia y de la reafirmación de la adhesión a un grupo: ritos, ceremonias, mítines, solemnidades. Eso se confirma si se entiende que el referente del mensaje poético el es propio mensaje y del emotivo, el emisor.
En los medios masivos esta función se ve limitada porque la espera de una respuesta no es directa, en tanto en la comunicación humana es muy usual. Ejemplo de esto son las expresiones: "¿me escucha?", "¿me sigue?", "¡atención!", "probando...", "¿de acuerdo?", "¿entiende?", etcétera, y sus respuestas "por supuesto", "claro", "escucho", "naturalmente", "entiendo", "cómo no", "perfecto", "de acuerdo", y demás similares. No obstante en algunos medios como la T.V. y la radio, a diferencia del cine o la prensa, se busca de alguna manera llamar la atención del perceptor aplicando algunas de estas fórmulas. En todo caso, según Jakobson, la finalidad de la función fática no es principalmente informar, sino facilitar el contacto social para poder transmitir y optimizar posteriormente mensajes de mayor contenido.
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