La función poética o estética (en el sentido del conocimiento sensible, no necesariamente bello) es definida por Roman Jakobson como la relación del mensaje consigo mismo. Marcelino Bisbal y Jesús María Aguirre señalan que esta aproximación engloba todos los procedimientos, todos los signos sensibles que transforman el lenguaje en arte perceptible, en un sentido más amplio de lo que se entiende normalmente como poesía. Es el caso, por ejemplo, de las figuras retóricas.
Las distintas funciones de los lenguajes tienen un componente emotivo-subjetivo, si las entendemos como relaciones de comunicación, pero en especial la función poética, con su repertorio retórico, es la más afectiva de todas. Sobre todo porque tienden a estar ligadas a los mensajes persuasivos. Esto es particularmente importante cuando se trata de la comunicación vía medios masivos, que son esencialmente medios de persuasión.
Por eso la publicidad es fuertemente retórica, basada en el lenguaje poético y estético, entendido éste como aquí se señala: aquel que termina estableciendo una relación entre emisor y receptor valiéndose en sí mismo de su capacidad de convencer.
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