viernes, 9 de junio de 2017

Posverdad, digitalismo

El tema de la posverdad, abordado en la publicación anterior, se ha hecho moda en los últimos años, por algunos acontecimientos potenciados por los medios digitales y las redes sociales. Como ya señalé, el neologismo posverdad (o la "mentira emotiva") describe la situación en la cual, a la hora de crear y modelar opinión pública, los hechos objetivos tienen menos influencia que las apelaciones a las emociones y a las creencias personales que le rodean. En cultura política, por ejemplo, se denomina política de la posverdad (también política posfactual) a aquella en el que el debate se enmarca en apelaciones emocionales, desconectándose de los detalles de la política pública fáctica, con una reiterada afirmación de puntos de discusión en los cuales las réplicas factuales -los hechos reales- son ignoradas. La posverdad difiere de la tradicional disputa y falsificación de la verdad, dándole una importancia secundaria a la verdadera verdad. Se habla entonces de una verdad relativa.

Se puede resumir como la posición en la que es más válido que algo aparente ser verdad, que el hecho de que lo sea efectivamente. Para algunos autores, la posverdad es sencillamente una mentira disfrazada; una estafa o falsedad encubierta, pero con un término políticamente correcto y de moda. La posverdad ocultaría la tradicional propaganda política, y es un eufemismo de las relaciones públicas y la comunicación estratégica como instrumentos de manipulación y propaganda. De hecho, los medios digitales son los que más promueven esta novedad. Tan es así, que se atribuye al bloguero David Roberts el uso del concepto en 2010, en una columna suya en una revista electrónica en la Web.

Sin embargo, la noción de posverdad es típica de la posmodernidad, puesto que de acuerdo a algunas fuentes, el término fue usado por primera vez en un ensayo de 1992 por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en The Nation, referido a la situación y realidad en la Guerra del Golfo de principios de esa década. En 2004, Ralph Keyes usó el concepto de "Era de la posverdad" en su libro The Post-Truth Era: Dishonesty and Deception in Contemporary Life ("La Era de la Posverdad: deshonestidad y engaño en la vida contemporánea"), cuyo tema era, justamente, la manipulación de ciertas formas de mentiras relativas, para que parecieran verdades, apelando a factores emocionales. 

La política de la posverdad se ha aplicado como tópico de moda en una amplia gama de culturas políticas actuales. El digitalismo, el ciberespacio, la inmediatez y la interactividad, contribuyen a la rápida difusión de esos contenidos "emotivos". Esto genera toda una serie de críticas, naturalmente, pero el tema de la libertad de expresión, de la superación de barreras culturales, el acceso libre y legal a los contenidos, y el derecho de las minorías a manifestarse, complican el control de los temas y sus manejos objetivos. El surgimiento de la política de la posverdad coincide con las creencias políticas polarizadas, y en los países donde esa polarización es muy fuerte (como en la Venezuela de 2017), la manipulación de las informaciones bajo formas de verdades emocionales, se vuelve casi incontrolable. Como siempre, queremos ver, leer, oír y sentir aquello que nos gusta y con lo que somos afines, con lo que estamos de acuerdo, y el espacio digital potencia esas condiciones. ¡Cuidado! 


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