miércoles, 20 de marzo de 2013

La teoría crítica en la comunicación

La última de las tradiciones filosóficas aplicadas al estudio de la comunicación según Robert Craig es la de la Teoría Crítica, misma relacionada con las ideas neomarxistas de la Escuela de Frankfurt y de los Estudios Culturales de la Comunicación, desarrollados a partir de la década de 1980. En publicaciones anteriores en este blog hemos hecho referencia a estas propuestas, desde el punto de vista de la estética y de la cultura de masas.

Los teóricos más notables de esta tendencia son el conocido Theodor Adorno, Max Horkheimer, Herbert Marcuse, Jürgen Habermas e incluso Walter Benjamin, aunque este último también se liga a las escuelas semiológicas y estructuralistas, vía Claude Lévi-Strauss. Más recientemente los latinoamericanos Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini y Armand Mattelart (francés que vivió en Chile), entre algunos otros, han revitalizado estas ideas, proponiendo nuevos enfoques a la comprensión de la realidad y la cultura social contemporánea. Esta teoría está enfocada hacia la compresión de los problemas de la cultura de masas, y cómo los medios establecen las formas de dominación y transculturización.

Respecto a la comunicación, ésta está concebida finalmente como una reflexión discursiva, ligada a la ideología (e ideologización), y a la manipulación del discurso. Un tema intereseante es el de la hegemonía comunicacional, que se desprende de lo que formula Antonio Gramsci, y que señala el enfrentamiento dialéctico en una toma de conciencia emancipativa. La comunicación debe ser entonces un desafío al discurso opresivo injusto del sistema económico dominante.

Otra cosa también interesante es que si bien muchos teóricos de esta escuela coinciden en el análisis y en el diagnóstico, formulando consistentes críticas al sistema comunicacional masivo de los últimos 100 años, no hay un consenso en la manera de enfrentar esta situación, y las propuestas de contra aplicación de modelos suelen ser inaplicables o irreales.  Se señala claramente que el control de los mensajes y los medios perpetúan los desequilibrios de poder; se destaca el papel de la cultura de masas como factor debilitante de las conciencias; y se cuestiona la aceptación de resultados y respuestas que provienen de métodos empíricos que sólo validan el sistema imperante. Más sin embargo a pesar de las llamadas a la liberación, transformación y emancipación, los proyectos propuestos resultan muy vagos e imprecisos, y no se genera un plan diferente para conseguir esos objetivos éticos: finalmente se terminan usando los mismos medios y de la misma forma que se ha criticado tan  enfáticamente. Es la contradicción en la misma contradicción.
  

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