Esta es otra de las categorías de Robert Craig: la aplicación de la tradición teórica socio-psicológica al proceso de la comunicación. En este sentido se valoriza al individuo como ser social, y se destaca el proceso de expresión y de interacción de cada persona a través de su comportamiento. Esta teoría toma en cuenta la conducta social del ente humano, los efectos individuales las variables psicológicas, la personalidad y rasgos del individuo, y naturalmente la percepción desde el punto de vista cognitivo.
Gran parte de de los trabajos que se desarrollan según este punto de vista se centra en el procesamiento de los mensajes, enfocándose el la forma cómo esos mensajes influyen psicológicamente en cada individuo. Tiene mucho que ver con la relación causa-efecto que la comunicación establece. Muchos de estos estudios se basan en cierta experimentación controlada. Uno de los más destacados teóricos de esta tendencia es el psicólogo estadounidense Carl Hovland, quien a mediados del siglo XX llevó a cabo una serie de investigaciones que buscaban demostrar la eficacia de la persuasión en las masas, desde lo individual a lo colectivo.
En este sentido, esta tradición no está lejana de la retórica, puesto que también hay un análisis en el proceso desde el punto de vista funcionalista. Estas ideas de alguna forma beben en las teorías básicas de la comunicación como "aguja hipodérmica", que "inyecta" en el público un mensaje que funcione como disparador de una respuesta buscada. Se destacan tres componentes: el quien o la fuente del mensaje, el qué o contenido del mismo, y a quién llega, esto es, las características del público.
Hovland determinó que un mensaje que proviene de una fuente de alta credibilidad produce grandes cambios en la opinión colectiva, a diferencia de aquellos que venían de fuentes de escasa credibilidad. Entonces según esta teoría son claves la influencia, la expresión y la interacción individual. Está muy ligada al comportamiento, al efecto y a la personalidad de los individuos. Los sentimientos desvían los juicios, por lo que la comunicación debe reflejar las creencias y los valores que se asumen propios y adecuados para cada grupo social. Esto porque los humanos somos racionales, conocemos lo que percibimos y en consecuencia podemos producir resultados específicos.
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