En la publicación de ayer nombré entre las tradiciones fenomenológicas de la comunicación a la teoría de las Acciones Comunicativas, formulada por Jürgen Habermas, que si bien es un filósofo de la Escuela Crítica, no deja de estar relacionado con las ideas fenomenológicas por su enfoque de relaciones interpersonales entre los actores de la comunicación.
Habermas estudia las sociedades como sistemas complejos, donde cada individuo desaparece convertido en parte de los procesos sociológicos, entre ellos la comunicación. Ésta entonces funciona en el nivel de la interacción simbólica. Esos símbolos median de manera recíproca, actuando entre los componentes sociales. Para ello influyen los horizontes que privan en cada grupo social, que permiten los procesos de entendimiento, y también de alienación y subordinación.
En el sistema de referencias existen, según Jürgen Habermas, tres "mundos": el objetivo, como totalidad de las entidades sobre las que son posibles enunciados verdaderos; el social, como totalidad de las relaciones interpersonales válidamente reguladas; el subjetivo, como totalidad de las propias vivencias de cada cual, y a las que se accede por manifestación pública. En este último caso los referentes al "acto de habla"aparecen como algo objetivo, subjetivo o normativo en función de del mundo que les es común a los actores de la comunicación. De esta manera la acción comunicativa se basa en el consenso simbólico.
La comunicación real está llena de problemas que impiden las condiciones ideales del habla. Para que esta se de, deben haber cuatro supuestos: Inteligibilidad (que los demás comprendan). Verdad (en aquello que se dice en relación con la realidad). Rectitud (aceptación de las normas por todos establecidas). Veracidad (lo que se dice debe ser lo que se cree o se piensa). Cuando alguno de estos supuestos no se cumple, se pierde la validez en la comunicación. Podemos usar el lenguaje para engaña, manipular estafar, lo que representa una problematización que interrumpe el proceso de validez de la comunicación.
Es aquí entonces donde Habermas hace la crítica a los medios y a sus procesos manipuladores y a los poderes del lenguaje para reproducir los estamentos de dominación y alienación, sobre la base de la utilización de esos supuestos. Pero a la vez esas mismas acciones pueden llevar a una nueva ética, si son entendidos y reformulados, en una nueva consensualidad de la verdad, que haga justicia en las relaciones colectivas interpersonales y culturales de cada sociedad.
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